CAMINO DE HORMIGAS. Miguel Huezo Mixco. Alfaguara. San Salvador, 2014. 124 pp.
Esta novela semiautobiográfica es un testimonio del paso del autor por la guerrilla salvadoreña del FMLN durante la década de 1980, en la que llegó a ser encargado de la estación de radio (clandestina, desde luego). La diferencia con otros textos del mismo tema es que el hilo narrativo consiste en las relaciones del narrador con distintas mujeres: es más una novela del amor en la guerra, que un relato político-bélico. El epígrafe anónimo dice: “La esperanza, contra la vulgar creencia, lejos de sostener la vida, la destruye”. Es también una novela del desencanto con la ideología y la violencia como medio de instaurar la utopía.
El relato comienza en San Francisco, en 2013, con una carta a “H.P.”, profesor de música en Pittsburgh. El autor describe su vida como trabajador en un rancho de caballos y su lucha contra el tedio, la vejez y la muerte. También su huida de El Salvador y la pobreza y soledad en que se encontró a su llegada a Estados Unidos. En 2011, en su cuartucho, contempla en la pared una hilera de laboriosas hormigas: le choca la disciplina militar de éstas, con las que compara su vida en la guerrilla. Luego, en las calles, encuentra a unos niños mexicanos que venden artesanías baratas. Les compra una lotería que lo inspira: lleva años tratando de escribir sin lograrlo, pero las figuras del juego le sirven como musas, y cada breve capítulo de la novela llevará como título el de una de ellas. “La escritura me hizo distinguir que entre los sobrevivientes de una guerra hay dos grupos: los que se salvaron de morir y los que volvieron a la vida”. Por ahora, se encuentra en el segundo.
En 1980, su novia Martha fue asesinada por el ejército, pero él se rehúsa a creerlo y se alista en el FMLN con la esperanza de encontrarla. Desde aquí vemos que su involucramiento es más visceral que ideológico. Al comienzo de su actividad, conoce a una periodista griega, Aria, a la que luego buscará por años, y a Begoña, una enfermera española bisexual con la que inicia una relación intermitente, y quien terminará asqueada de las revoluciones.
Yendo y viniendo en el tiempo, va relatando sus encuentros con mujeres. Uno crucial es su relación con Elena, mujer de un compañero, que motiva su expulsión del FMLN. El relato del regreso, penoso y vergonzoso, a San Salvador, incluye el horroroso entierro de un guerrillero muerto, el rescate de un perro moribundo y un compañero malherido y otras desventuras. De vuelta en la capital, como periodista, inicia una relación con la prostituta Consuelo, con la que tiene una boda ficticia. En esa época se pierde en la vida de alcohol y burdel.
Un día, uno de sus antiguos superiores le informa de otra compañera que afirma ser madre de un hijo suyo. El narrador lo niega (y además, las fechas no coinciden), pero es forzado a hablar con ella. La llorosa mujer admite estar equivocada, pero aun así le pide que vaya a conocer a su “hijo”, al que ella le ha dicho que su padre vive, y luego desaparezca de su vida.
Otro acontecimiento trágico provoca su renuncia al partido: “Me uní a la cohorte de los vencidos por el propio FMLN”. Luego, desempleado, se enamora de Pepa, pero es la historia de un fracaso. Con ella se muda a Antigua, Guatemala, pero las crisis depresivas de Pepa van arruinando la relación al tiempo que él comienza una amistad con Cindy, su jefa norteamericana. Aunque Cindy quiere sexo, él se niega por lealtad a Pepa, pero cuando ésta lo abandona, se sume en el descontrol.
Es una novela que acierta al destacar la perspectiva íntima, afectiva, del hombre en tiempo de caos, miseria y violencia, y otra instancia que demuestra la enemistad entre el amor y la guerra. El tono es sincero y confesional, pero no expansivo o patético. Es realista y estoico, y el heroísmo no aparece por ningún lado: no hay épica posible en esa trama de destrucción y odio.