EL PRÍNCIPE IDIOTA. Fedor Dostoievski. Porrúa. México, 2001 (1869). Col. “Sepan Cuántos…” # 84, con “El sepulcro de los vivos”. 310 pp.
En un mundo dominado por la ambición, la ansiedad por el estatus, la lujuria y la frivolidad, una persona sencilla, atenta a las necesidades de los demás, desprovista de egolatría y generosa, no puede ser más que un idiota. Esto es lo que les parece a sus contemporáneos el príncipe Myshkin, un joven pobre, aquejado por la epilepsia, que regresa a Rusia tras pasar su adolescencia en un hospital en Suiza. Al llegar a San Petersburgo busca a una pariente lejana, casada con el prominente general Epantchine. Por lo pronto, el general lo presenta a su esposa y a sus tres bellas hijas, y le consigue alojamiento con la familia de su secretario, Ganya. De buenas a primeras, en un sólo día, Myshkin se ve en medio de una sórdida intriga, en el centro de la cual se encuentra la bella femme fatal Anastasia Filipovna, entenada de un millonario cincuentón y lujurioso. Entre éste y Epantchine desean casarla con Ganya, a quien la situación de la joven ofrece una razonable fortuna… y la infelicidad segura.
Pero hay otro postor, Ragojine, a quien Myshkin ha conocido en el tren, un joven desequilibrado que ofrece cien mil rublos por la mano de la codiciada Anastasia. Tras una escena sórdida, tanto Myshkin como Ragojine y Anastasia se van a Moscú, donde la joven fluctúa entre el deseo de uno y el desinteresado amor del otro. Todos reaparecen tras pocos meses, durante la temporada de veraneo en Pavlovsk. Myshkin busca a Ragojine, pero después de que éste intenta asesinarlo Myshkin recae en su enfermedad y pasa su convalecencia en casa de un amigo en Pavlovsk. De ahí en adelante la trama se desarrolla en un enredo relacionado con la lucha por – y en contra de – Anastasia, así como con la familia Epantchine y los solicitantes de las hijas. Todo apunta a un noviazgo entre el bondadoso Myshkin y Aglae, la menor de las Epantchine, la más bella, rebelde y consentida de las tres. El trágico final es resultado de estas intrigas, del impulso destructivo de Ragojine y del altruismo e inocencia de Myshkin.
¿Cómo separar la trama de la novela de las obsesiones de Dostoievski por contrastar la decadencia occidental con la pureza del “alma rusa”, el cristianismo primitivo, desprendido y comunista del que hace gala Myshkin? Todo el mundo parece buscar sólo una cosa en la vida: la satisfacción inmediata de sus impulsos y deseos; la reparación, por quien sea, de cualesquiera agravios, reales o imaginarios, percibidos por cada quien. Myshkin, claramente, está perdido en medio de la locura. Tan pronto erigido en juez de paz, como en parte interesada, como en víctima del egoísmo de todos, Myshkin se ve tragado por el remolino de la ambición ciega y, sobre todo, de los prejuicios.
Independientemente de los temas que subyacen, y que dan densidad a la historia, Dostoievski logra tejer un entramado de personajes peculiares, profundos, volátiles y, cómo no, atormentados. Se trata de una obra que se cuenta entre las mayores del autor, sólo detrás de Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov. Excelente.
6 respuestas
Gracias por esta nueva reseña.y tu amable recomendación.
Siempre tus reseñas son excelentes. Esta es muy particular, gracias.
Gracias por la reseña. Muy interesante.
Gracias, Memo!
Gracias, Memo, buena reseña!!
Échale mi Maynez…!!! Excelente reseña de un clásico icónico