- Guérande.
BEATRIZ. Honoré de Balzac. En La Comedia Humana, vol. III. Colección Málaga. México, 1962 (1839). 282 pp.
Como en sus otras novelas ubicadas fuera de París, Balzac abre con una larga descripción de este rincón de Bretaña, la pequeña ciudad de Guérande, cerca de la desembocadura del Loire, junto a unas enormes salinas. Es una región aún medieval y feudal, refractaria a la modernidad, en la que vive la noble, pero empobrecida, familia Du Guénic, que Balzac describe en fascinante detalle. La novela consiste en la historia de los turbulentos amoríos del joven Calixte, hijo único, primero con la Des Touches y luego con la amiga-enemiga de ésta, Beatrix, mujer casada que ha abandonado esposo e hijo por el tenor Conti, ex amante de la Des Touches. Esta última es una “mujer liberada” y escritora famosa y escandalosa bajo el seudónimo “Camilo Maupin” (vagamente basado en George Sand). La familia, que le busca novia noble y bretona, se angustia por este amorío (no correspondido activamente, aunque ella lo ama) con una mujer percibida como libertina. Cuando Beatrix llega de visita, el nuevo amante de la Des Touches, Vignon, se confabula con la escritora para que Calixte seduzca a (o sea seducido por) Beatrix. Lo que ocurre es que Calixte cae enfermizamente enamorado de ésta, que finalmente vuelve a huir con Conti.
Años después, Calixte se casa con Sabine de Grandlieu (enriquecido por la herencia en vida de la Des Touches, que se retira a un convento). Por supuesto, se reencuentra con Beatrix en París, ahora una mujer desprestigiada y amargada que hace todo por romper el matrimonio de Calixte. Interviene, entonces, la suegra Grandlieu, quien recluta a un grupo de libertinos, encabezado por el ubicuo (en las novelas de Balzac) Maxim de Trailles. Estos libertinos montan un doble operativo, fársico y absurdo, para separar al esposo de Beatrix, el tonto Rochegude, de su amante, la Schontz (otro personaje fascinante), a la que le consiguen marido, y para reconciliar a Beatrix con Rochegude, salvando así el matrimonio de Calixte. Éste, por cierto, resulta un personaje repelente: débil, inútil, manipulable y abyecto.
La novela es una severa crítica de la modernidad: la aristocracia es un mal, pero contenido, a diferencia de las burguesías beligerantes y armadas con dinero, vanidad y pretenciosidad. Dice Balzac: “Al proclamar la igualdad de todos, se ha promulgado la Declaración de los Derechos de la Ambición Envidiosa”.
2. Concarneau.
EL PERRO CANELO. Georges Simenon. Acantilado. Barcelona, 2012 (1931). 144 pp.
En el tranquilo pueblo costero de Concarneau, en Bretaña, alguien ha intentado asesinar al pacífico Mostaguen, comerciante en vinos. No hay móvil ni sospechoso. Maigret llega acompañado de un joven inspector y se instala en el hotel de l’Amiral, el único importante del pueblo, de cuyo café salió Mostaguen la noche del atentado y donde se reunía el grupo de “notables” a jugar cartas y beber. Sólo llegar, Maigret se fija en la paliducha y tímida mesera Emma, a cuyos pies se echa un enorme perro amarillo (a saber por qué la traductora le puso “canelo” a “le chien jaune”) al que nadie había visto antes y que tal vez sea la clave del misterio. Maigret interroga al grupo del café: el nervioso y enfermizo doctor Michoux, que en realidad se dedica a los bienes raíces, el periodista Serviéres y el industrial Le Pommeret. Durante los días siguientes hay nuevos crímenes que aterrorizan al pueblo y llaman la atención de los periódicos de París. Maigret sigue su propio estilo de investigación, que al no dar resultados rápidos enfurece al alcalde. Luego las sospechs se centran en un misterioso hombre de gran tamaño, al que Maigret presta poca atención. La tensión aumenta pero Maigret sigue imperturbable, caminando por el pueblo y haciendo preguntas, hasta el vertiginoso final. El acierto de Simenon aquí no es tanto la resolución del misterio sino la develación del sórdido mundo que se esconde tras la fachada del apacible pueblo, y la creación de un ambiente opresivo.
3. Dinard.
LAS SOLIDARIDADES MISTERIOSAS. Pascal Quignard. Sexto Piso. México, 2013 (2011). 192 pp.
Esta es una novela que encuentra la belleza y una extraña paz en una historia desoladora, desesperanzada, con resabios (nada más) del existencialismo francés y el nouveau roman. Aunque ahonda en la psique de los personajes, no pretende explicarlos; en lugar de un esfuerzo, acaso fútil, de hacer inteligible lo ininteligible, deja que su propia condición nos asombre y perturbe.
Claire, una mujer ya madura, regresa al pequeño pueblo de Bretaña en el que creció, Dinard. La novela es también un canto a la costa bretona, a sus puertos, pueblitos y habitantes, así como al entorno natural semisalvaje, al borde de los acantilados, que le da un aire intemporal al relato. En el pueblo, Claire se reencuentra con Simon, antiguo novio del que sigue (y seguirá) enamorada. Simon, farmacéutico y alcalde del pueblo vecino, está casado con Gwenaëlle y tienen dos hijos, pero comienza un romance triste y atormentado con Claire. La novela es, así, una historia de amor obsesivo y resignado, casi sobrenatural.
Además de con Simon, Claire reanuda otras viejas relaciones, sobre todo con la Sra. Ladon, su antigua maestra de piano, quien la adopta y le cede una vieja granja para que viva ahí. La granja sufrirá un incendio clave en la trama.
La novela utiliza un estilo impresionista: frases cortas e interrumpidas por puntos, en estampas descriptivas y líricas en las que se cambia abruptamente de escena. En esto se pafece al nouveau roman, en la descripción del ambiente en tomas fotográficas desde distintos ángulos, sin una relación progresiva.
A partir de la segunda parte, el narrador en tercera persona cede la voz a otros personajes, en particular a Paul, el hermano menor y casi desconocido de Claire, quien pasa por su propia crisis. Al ponerse mal Claire, Paul acude desde París para cuidarla. Depresivo y homosexual, Paul comienza una relación erótica con Jean, el cura local. La relación entre Paul y Claire (cuya infancia de orfandad y soledad vamos conociendo) conforma precisamente las “solidaridades misteriosas”: no se critican, no se cuestionan, simplemente se aceptan y se ayudan. Jean, observándolos, dice que no se trata, ni de amor, ni de perdón automático, sino de otra cosa. Cuando narra Jean, las frases se vuelven más largas y la prosa más filosófica y lírica. Conforme Claire va descendiendo en la sima de su psique y su enajenación, toman un papel más protagónico la naturaleza, la landa, los pájaros, las aulagas y las retamas y el mar, y la narración es llevada por un coro de voces. Una novela casi irreal, de una inquietante belleza.