GOYA. Jeannine Baticle. ABC-Folio, 2004 (1992). Traducción de Juan Vivanco. Prólogo de Delfín Rodríguez. 432 pp.
Considerado generalmente el primer pintor moderno, la vida de Goya, sobre todo su infancia y juventud, ha sido distorsionada por la leyenda. La gran paradoja de su obra es que, aunque está profundamente arraigada en los personajes y hechos de la turbulenta época que le tocó, parece salirse del tiempo histórico y lo explica en términos universales, de manera que, a diferencia por ejemplo de su contemporáneo David, no es un pintor meramente “histórico”, sino actual. Un genio, pues. Se desarrolló en el contexto del suicidio del régimen borbónico, absolutista, primero por el voluntarismo reformador de Carlos III, y luego podrido por la negligencia de Carlos IV y la corrupción e incompetencia de la reina María Luisa de Parma, su favorito Godoy y Fernando VII. Goya pasó 23 años en la corte, y para entender su obra hay que comprenderla, así como las transformaciones sociales. Creyente liberal, fue un cortesano astuto, y no el proto-socialista que se ha querido detectar en él. Otro factor determinante fue su crianza en Aragón, tierra altiva e independiente desde la Edad Media.
Nació el 30 de marzo de 1746 en Fuendetodos, pero pronto se fue a Zaragoza, donde creció. No fue, así, el pastorcillo de la leyenda, sino un chico urbano. Su padre fue un destacado dorador que trabajó, por ejemplo, en la catedral del Pilar. Se sabe poco de su infancia, salvo que se crio entre artistas y artesanos. En 1759 entró como aprendiz al taller del pintor José Luzán. De su infancia conservó siempre la íntima amistad con Martín Zapater, que llegó a ser un rico comerciante. La correspondencia con éste es fundamental, pues es la única fuente que nos permite atisbar al Goya íntimo, sincero y campechano. Goya no fue un hombre culto o refinado, sino un tipo del pueblo, tosco y directo, fanático de la caza, los toros, los perros, los caballos y la buena mesa. Tras un período enigmático y fracasar varias veces en sus intentos por conseguir la beca de la Academia de San Fernando, pasó una temporada en Roma, donde estudió grabado con Piranesi y a su regreso obtuvo los primeros éxitos en el Pilar. Se casó en 1773 con Josefa Bayeu, hermana del famoso pintor Francisco, que fue para Goya maestro, mentor y rival, un hombre envidioso y poco simpático, pero influyente.
En Madrid se involucró estrechamente con el grupo de ilustrados de la corte de Carlos III, que lo arrastrarían con ellos en sus ascensos y caídas políticas: Jovellanos, Ceán Bermúdez, Cabarrús y muchos otros intelectuales, estadistas y financieros determinantes en la historia de España. En la década de 1780 conquista el éxito como diseñador de tapices para los palacios reales y retratista de la élite. Mantuvo, así, un constante contacto con los ricos y poderosos, sin contaminarse jamás. Casi toda su vida fue próspero y supo ser buen administrador de sus recursos, lo que le permitió sortear los años de adversidad.
Todo entró en crisis a partir de 1788, año de quiebra financiera nacional, sequía, epidemias y la muerte de Carlos III, que abrió la caja de Pandora de su hijo y familia. En 1789 estalló la Revolución Francesa, que puso todo patas arriba. El ascenso vertiginoso del muy joven y corrupto Godoy, amante de la reina, desbarató al grupo ilustrado e instauró el caos permanente. Desde esta época, Goya ya sentía profundamente la frustración de saberse infinitamente superior a sus colegas, con los que tenía que competir en igualdad de términos. A diferencia de otros grandes pintores, Goya no tuvo escuela, grupo o discípulos. Fue un genio solitario, que reflejó en sus muchos retratos su simpatía o antipatía por los modelos. La biografía hace mucho énfasis en esto: Goya no fue un simple retratista halagador (como queda claro en La Familia de Carlos IV), sino un agudo psicólogo que plasmaba en sus cuadros los rasgos definitorios del carácter de los personajes.
A principios de los 1790 fue admitido como académico en San Fernando y llegaría a ser Primer Pintor de Cámara, con un sueldo alto y mucha libertad. Un acta de la Academia revela su pensamiento artístico: “El Sr. Goya se declara abiertamente por la libertad en el modo de la enseñanza y práctica de los estilos, diciendo debe desterrarse toda sujeción servil de escuelas de niños…”. Durante esa década terrible del Terror francés, la corrupción de Godoy y el desastre financiero, Goya prosperó, aun en medio de sobresaltos. Para 1797, ya sordo, deja la docencia. En 1799 da a conocer los Caprichos, “hecho crucial en la historia social y cultural de Europa”, un destello de libertad de expresión en medio de la represión, publicados durante la feroz reacción retrógrada ante la revolución francesa, ejecutada por una Inquisición enloquecida.
La invasión napoleónica de 1808 sumió a España en la muerte y la miseria: Goya es su gran testigo y denunciador, con la serie Los Desastres de la Guerra (1810-14). En 1813 termina la ocupación y Goya sigue produciendo obras maestras. Entre 1820 y 1823, en su Quinta del Sordo, plasma las Pinturas Negras en medio del caos, y en 1824 se exilia en Burdeos, donde muere el 16 de abril de 1826. Biografía magistral, como el análisis de esa época crucial en la historia, y un personaje totalmente admirable.
3 respuestas
Muy buena reseña y síntesis de la vida de Goya. Falta notoria es la mención a los fusilamientos del 2 de mayo, que sirvió de patrón para el cuadro de Manet sobre el fusilamiento de Maximiliano
Una deliciosa biografía de Goya, escrita para neófitos como yo. GRACIAS
Magnífica reseña que describe con trazos precisos la igualmente magnífica biografía sobre ese histórico pintor.