EL CASTILLO. Franz Kafka. Emecé. Buenos Aires, 1962 (1926). 357 pp.
Se dcie que Kafka es el escritor central del siglo XX, no sólo por su calidad literaria, sino porque comprendió desde sus albores la característica principal y tal vez única (no sabemos cómo evolucionará) del mismo: el ascenso de la burocracia. Aunque encuentra su máxima expresión en los regímenes totalitarios que aparecieron en la década en que fue escrito el libro, la burocracia es desde entonces el hecho central de la vida humana, lo que une a casi toda la humanidad independientemente del lugar donde uno viva o la clase social a la que pertenezca. La fuerza impesonal, mecánica y absurda de la burocracia embrutece a las personas, las deshumaniza, las hace victimarias y víctimas de una serie de procesos desvinculados de cualquier fin, fines en sí mismos que complican innecesariamente la vida y le imponen costos a veces fatales. La burocracia, por supuesto, no se limita a la esfera política, sino que se va extendiendo a todos los ámbitos y a todas las organizaciones.
Kafka aborda este tema con su característico humor negro, expresado en narraciones pesadillescas en las que las vidas de los personajes giran en círculos que se contraen y expanden ciegamente. K es un forastero que llega una noche a una villa feudal al pie de un castillo. Dice que ha sido contratado por las autoridades como agrimensor, pero desde el comienzo se enfrenta a la hostilidad de los pobladores. Se hospeda a la fuerza en una posada gobernada por una mujer gorda, histérica y autoritaria, que domina a su pusilánime marido. Aunque nadie se lo impide expresamente, le es imposible acceder al castillo para aclarar su situación. El misterioso Klamm, supuesto funcionario del castillo, le impone a un par de “ayudantes”, seres infantiles y estúpidos que lo importunan constantemente. Se “comunica” con él por medio de Barnabás, un joven ingenuo. Conoce a las hermanas de Barnabás, Olga y Amelia. Olga lo lleva a la “posada señorial” donde se alojan los funcionarios que bajan a la aldea, y donde se liga a la cantinera, Frieda, que se hace su mujer.
Por órdenes de Klamm (de la que Frieda es amante) va a ver al alcalde, un idiota con el que tiene una conversación absurda. Lo único que saca en claro de ella es que su caso está perdido en la burocracia del castillo. Mientras se resuelve su situación, lo nombran conserje de la escuela, a donde se va a vivir con Frieda y los “ayudantes”. Una noche, buscando a Barnabás, escucha de boca de Olga la historia terrible de la familia. Cuando regresa a la escuela, se entera de que Frieda lo ha abandonado. Ha regresado a su empleo en la posada señorial. K va a buscarla y pasa una noche terrible, muerto de sueño, escuchando a un funcionario “explicarle” la dinámica del castillo y presenciando una extraña escena. La novela está inconclusa, pero da lo mismo: ¿cómo podría terminar lo que no tiene fin?
3 respuestas
Muy buena reseña. Gracias, Memo.
Metafísica pura, Guillermo querido. Gracias por la elegancia de tu narrativa!
Nos introduces al ambiente conocido de la burocracia, en algunos países europeos peor que en América del Norte. Gracias Memo.