Lo que ocurrirá con nuestra especie: The Time Machine, de H. G. Wells.

Cartel de la película de George Pal, de 1960. www.mubis.es
Esta obra pionera de la ciencia ficción moderna se centra, no tanto en los aspectos tecnológicos, sino en los biológicos y sociales, para imaginar un futuro posible para la humanidad.

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THE TIME MACHINE. H. G. Wells. En The Complete Works. Shrine of Knowledge, 2020 (1895). S/p.

Esta obra pionera de la ciencia ficción se concentra más en el aspecto humano que en el mecánico: como buen socialista inglés, a Wells le interesaba más proyectar las transformaciones biológicas, culturales y sociales en el futuro muy remoto, que explicar los fundamentos físicos de la posibilidad de viajar en el tiempo, o el funcionamiento de la dichosa máquina. Su visión distópica, bien conocida, parte de las condiciones sociales de su época, pero a pesar del aire fantástico de la narración, es lógica y posible, si bien desalentadora.

H. G. Wells (1866-1946). Wikipedia.

En su casa, tras una cena con amigos, el narrador explica su teoría: “No hay diferencia entre el tiempo y las tres dimensiones del espacio, excepto porque en aquél también se mueve nuestra conciencia”. Los lleva a un cuarto, se mete en la máquina y desaparece, citándolos para dentro de una semana. Pasado ese tiempo, los hombres se reúnen, pero el viajero tarda en llegar, hasta que finalmente aparece, perturbado y en harapos. Tras cambiarse, les hace su relato.

Comienza con una extraordinaria descripción del proceso de viajar en el tiempo: el mareo, la manera en que desaparece la casa, la sucesión del sol, la luna y luego las estaciones, hasta alcanzar una velocidad que funde el entorno en un solo movimiento vertiginoso. Jala la palanca al llegar, en su contador, al año 802,701. Sale de la máquina en un prado cercado, durante una granizada. Frente a él hay una enorme estatua de esfinge alada, y detrás de ella grandes edificios que parecen abandonados. Temeroso, observa cómo de le acercan unos humanos muy pequeños, delicados, con rasgos infantiles y voces suaves que hablan una lengua desconocida. El viajero se desilusiona, pues esperaba encontrar seres muy avanzados.

Fotograma de la película de 1960. www.intofilm.org

Tras vencer su timidez, los seres lo llevan a un enorme salón donde ellos y otros hacen sus comidas. Son frugívoros, pero las flores y los frutos son irreconocibles. Durante los siguientes días convive con esa raza de gente inocente y perezosa. No hay animales domésticos de ninguna especie, ni casas individuales; no hay familias ni diferenciación sexual visible. De inmediato, el viajero comienza a especular sobre la trayectoria humana cuyos resultados contempla, ¿Se trata del ocaso de la humanidad? “Por primera vez me di cuenta de las extrañas consecuencias del esfuerzo social en que estamos empeñados”. Es lógico: al haberse alcanzado la paz y seguridad totales, los humanos ya no tienen necesidad de fuerza, energía o inteligencia. Saludables y seguros, se han vuelto flojos pues, ¿qué necesidad hay de mejorar lo que ya es perfecto? En retrospectiva, reflexiona que, como casi todas las explicaciones simples y plausibles, esta es errónea.

Morlocks. Brittanica

Luego entra en pánico: la máquina ha desaparecido. Sospechando dónde se encuentra, aporrea las puertas de bronce de la base de la esfinge, para horror de las creaturas. Conforme va aprendiendo algo de su lengua, se percata de que carecen de lenguaje abstracto o figurativo. Cuando explora los alrededores, muy bellos, le llaman la atención unos extraños pozos que no contienen agua, pero de los que proviene golpes sordos y corrientes de aire. Aquí y allá, también, hay unas altas torres de uso misterioso. Luego se da cuenta de que no hay tiendas, talleres ni máquinas; la gente pasa del día en el ocio, la diversión y el sexo: ¿cómo obtienen su sustento?

Poco después, en un río, rescata a Weena, una niña que casi se ahoga ante la indiferencia de sus compañeros. Weena le queda agradecida y se pega a él, como guía, y poco a poco se van pudiendo comunicar de manera precaria. Los seres tienen terror a la oscuridad y se meten al anochecer. Un amanecer, entre unas ruinas, descubre a unos seres totalmente distintos: nocturnos, blancos en extremo, esquivos. ¿Qué clase de gente es esa? ¿Es gente? Pronto se da cuenta de que la tierra en que viven, que antes era Richmond, Inglaterra, tiene dos especies humanas totalmente diferentes: los Eloi y los Morlock. ¿Cómo evolucionó la humanidad hasta ese punto?

Una Weena yeyé, en la versión 1960 de Yvette Mimieux.

Tras una aventura con Weena en el pabellón oriental, baja por uno de los pozos y luego vaga por un museo abandonado, enorme y lleno de objetos en ruinas. Todo el tiempo elabora hipótesis para explicarse el proceso y las causas que han producido ese mundo. “Pensaba, desolado, en lo breve que había sido el sueño del intelecto humano, que se había suicidado… la versatilidad intelectual es la recompensa por el cambio, el peligro y los problemas”. Tras horrorosas aventuras, todavía viajará más lejos en el futuro, muchos millones de años, hasta contemplar al sol moribundo desde una Tierra sin vida.

Wells crea un mundo absolutamente verosímil, al igual que lo son sus causas y resultados. La descripción de los Eloi y la pequeña Weena, como la de los Morlock, su vida subterránea, y la interacción entre ambos grupos, es fascinante y aterradora, y esta novela todavía una de las mejores en el género de la anticipación, un clásico que, en su estilo, no ha sido superado.

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