ILLYWHACKER. Peter Carey. Vintage. New York, 1996 (1985). 600 pp.
En Australia, “Illywhacker” denota a un charlatán de feria, un impostor de poca monta. En esta novela, es como se describe a Herbert Badgery, protagonista y narrador nacido en 1886, que escribe sus memorias a la inverosímil edad de 139 años. Carey actualiza aquí la venerable tradición de la picaresca británica, trasplantada a esa tierra de pioneros y aventureros, cuando no delincuentes, que es Australia. El elenco de personajes es por demás variado y colorido, así como las, a veces literalmente, increíbles aventuras que les acontecen. Sobra decir que el narrador es por demás inconfiable, fiel a su carácter (como él mismo confiesa) de mentiroso inveterado. Desde el principio, Badgery aconseja al lector “no tratar de separar los hilos de mentira y verdad, sino relajarse y disfrutar el relato”.
Comienza narrando su historia de amor con Phoebe McGrath, en 1919, en Geelong, una ciudad cerca de Melbourne. Mientras los McGrath están de picnic, Badgery aterriza accidentadamente su avión, que queda averiado. Gracias a su carisma, los McGrath lo adoptan e introducen en sociedad. Pronto, el timador se asocia con Jack, el padre, y levantan fondos para montar la primera fábrica de aviones de Australia. También decide casarse con Phoebe (quien es bisexual), aunque el padre se opone. A pesar de su aparente seguridad, Badgery está deprimido; siente autodesprecio y se percibe fracasado: “todo el mundo me adoraba cuando aparecía bajo un disfraz… pero en cuanto me lo quitaba les desagradaba”. Pronto, él y la rebelde Phoebe, menor de edad, tienen sexo salvaje en el tejado de la casa. Carey inserta aquí la extraordinaria historia de Jack y Molly McGrath, lo cual nos lleva varias décadas atrás. Cuando la madre de Molly se suicida (como había hecho su abuela), es adoptada por su tía Ester, quien la lleva con un psiquiatra que le receta un cinturón eléctrico para prevenir que enloquezca. Se emplea como asistente de Ester en su próspero hotel de Ballarat, donde le va tan bien que se perfila como la heredera. Pero cuando el secreto de difunde, huye de Ballarat y vaga por varios empleos hasta que se casa con Jack, para lo cual debe despojarse del cinturón. Tendrá, siempre, miedo de volverse loca, aunque más bien se vuelve millonaria al enviudar.
Cuando Jack muere, quizás debido a una serpiente venenosa de Badgery, éste y Phoebe se casan y se mudan a Melbourne con Molly. Eventualmente, Phoebe huye con su amante mujer, y Badgery se queda con dos hijos, Charles y Sonia. Cuando pierde su empleo, abandona Melbourne y comienza una vida errante por el sureste de Australia, entre 1924 y 1931.
Una nueva etapa se abre cuando conocen a la excéntrica Leah Goldstein, que les explica su visión de Australia: “Aquí no ha habido historia… el país ha despertado de pronto como un bebé, y ha tenido que descubrir todo por sí mismo”. En esta parte nos enteramos de la agitada historia de Leah y su tormentoso romance con Izzy Kaletski, socialista como sus padres, todos ellos personajes extravagantes y desmesurados. Entre 1931 y 1937, Badgery, sus hijos (hasta la desaparición de Sonia) y Leah se ganan la vida como actores y estafadores ambulantes, pero en 1934 Leah regresa a cuidar a Izzy, mutilado por un tren, y en 1937 Badgery es encarcelado. Durante su encierro, recibe cartas de Leah, que le pinta un mundo color de rosa, aunque su realidad es sórdida y deprimente. Este es el punto central de la novela: ¿qué es “verdadero”? ¿qué importa eso, cuando todo es horrible?
El foco de la obra cambia aquí, para concentrarse en Charles, un chico medio sordo, feo y tímido, que sólo se comunica con los animales. Durante una aventura terrorífica con unos granjeros locos, Charles conoce a Emma Underhill, con la que se casa, se establece en Sydney, procrea una familia y monta “la mejor tienda de mascotas del mundo”, con la que se hace millonario. Este establecimiento enorme, sobre el cual está su vivienda, es un verdadero manicomio lleno de personajes marginales y estrambóticos.
Cuando Badgery sale de la cárcel se une a la familia de Charles. Las décadas se suceden entre una cantidad innumerable de peripecias y acontecimientos delirantes, hasta el final del relato en 1971.
Es uno de los grandes clásicos de la literatura australiana, una obra asombrosa por el desarrollo de personajes, la variedad de situaciones y escenarios, el sentido del humor extravagante, la riqueza verbal y la ambición literaria. Una picaresca épica e inolvidable.