THE GOOD ANGEL OF DEATH. Andrey Kurkov. Harvill Secker. London, 2009 (2000). Traducción de Andrew Bromfield. 376 pp.
Esta novela regocijante y excéntrica mezcla el thriller erudito, las aventuras a la Indiana Jones, la farsa, la Bildungsroman y la historia de espías. Por el camino, se burla de los gobiernos postsoviéticos y de los nacionalismos que sucedieron a la ideología comunista, y utiliza una historia de amor para mostrar el florecimiento del tráfico de drogas y armas en lo que fue la URSS.
El narrador-protagonista es Kolya Sotnikov, ruso criado en Ucrania – como Kurkov – quien en la primavera de 1997 vende su amplio apartamento en los suburbios de Kiev y le compra a una vieja pareja de judíos uno de una sola habitación en el centro, junto a la catedral de Santa Sofía. El nuevo departamento está amueblado, incluyendo un librero lleno. Curioseando, descubre un volumen enorme de Guerra y Paz, hueco, dentro del cual se halla un ejemplar de Kobzar, el célebre libro de poemas de Tarás Shevchenko, el poeta nacional ucraniano, con curiosas anotaciones al margen. Siguiendo las pistas de las anotaciones, y obsesionado con ellas, da con un club filosófico de los años 1960, cuyos sobrevivientes se reúnen en un parque a jugar ajedrez. Uno de ellos, Klim, le muestra otro volumen escondido y le cuenta sobre Gershovich, muerto treinta años atrás y enterrado junto con una carta de Shevchenko, escrita durante su exilio en la península kazajstana de Mangyshlak. A lo largo de sus indagaciones, es seguido por una misteriosa pareja. Kolya decide exhumar el cadáver una noche (clandestinamente, desde luego) y robarse la carta. A partir de ahí queda impregnado de un extraño olor a canela, que lo acompañará el resto de la aventura y que tiene connotaciones místicas.
Va luego a su trabajo como velador nocturno de una bodega de la organización caritativa Corsario, que guarda latas de fórmula infantil caduca. Esa noche recibe extrañas llamadas telefónicas del gerente y luego alguien golpea la puerta durante horas, amenazándolo para que abra. Buscando leche en polvo para su café, abre una de las latas y se pasa dos días alucinando. La organización “filantrópica”, claro, es fachada de narcotraficantes. Inmediatamente comienza a ser hostigado en su domicilio, hasta que decide huir por un tiempo. Su destino es obvio: Mangyshlak y las huellas de Shevchenko. Una serie de extraños encuentros lo lleva a un enorme barco que empaca arenque en el Caspio (además de transportar armas), y que lo deja en la orilla kazajstana, donde vive unos días como Robinson Crusoe. Cansado una noche, se toma otra dosis de “leche” y es rescatado luego por un kazajo nómada que tiene dos hijas. Recuperado, el hombre lo obliga a tomar como esposa a la hija bella, Gulya, una chica que, a pesar de ser médica, es sumisa y servicial. Poco a poco se va enamorando de la valiente, leal y astuta Gulya, que lo guía hacia Mangyshlak. Caminan varios días por el desierto, donde los “adopta” un camaleón que también tiene significado místico: el Buen Ángel de la Muerte.
Va luego a su trabajo como velador nocturno de una bodega de la organización caritativa Corsario, que guarda latas de fórmula infantil caduca. Esa noche recibe extrañas llamadas telefónicas del gerente y luego alguien golpea la puerta durante horas, amenazándolo para que abra. Buscando leche en polvo para su café, abre una de las latas y se pasa dos días alucinando. La organización “filantrópica”, claro, es fachada de narcotraficantes. Inmediatamente comienza a ser hostigado en su domicilio, hasta que decide huir por un tiempo. Su destino es obvio: Mangyshlak y las huellas de Shevchenko. Una serie de extraños encuentros lo lleva a un enorme barco que empaca arenque en el Caspio (además de transportar armas), y que lo deja en la orilla kazajstana, donde vive unos días como Robinson Crusoe. Cansado una noche, se toma otra dosis de “leche” y es rescatado luego por un kazajo nómada que tiene dos hijas. Recuperado, el hombre lo obliga a tomar como esposa a la hija bella, Gulya, una chica que, a pesar de ser médica, es sumisa y servicial. Poco a poco se va enamorando de la valiente, leal y astuta Gulya, que lo guía hacia Mangyshlak. Caminan varios días por el desierto, donde los “adopta” un camaleón que también tiene significado místico: el Buen Ángel de la Muerte.
Sigue luego un enloquecido viaje en camiones, trenes y barcos, por Kazajstán, Azerbaiyán, Rusia y Ucrania, lleno de aventuras y personajes estrambóticos y siniestros, hasta que Kolya y Gulya, se refugian en Kolomya, en casa de los padres de Petro. Gracias a las fotografías alojadas en el rollo de una cámara encontrada por Kolya en el desierto, el misterio se va aclarando, con intervención e interrogatorios de nuevos personajes del SBU. Todo es muy divertido y colorido, pero en el fondo se trata de una larga exposición de los absurdos de los nacionalismos y las ideologías que son la plaga de las antiguas repúblicas soviéticas – y del mundo – hasta la fecha. El amor, la belleza verdadera y la tolerancia son exaltados de manera paródica y humorística, que da como resultado una novela entrañable.
2 respuestas
Estimulante reseña. Ahora a leer el libro!!
Gracias por la fascinante reseña Guillermo. Me lanzo a comprar el libro.