TRAFALGAR. Benito Pérez Galdós. En Episodios Nacionales. e-artnow, 2020 (1875). 185 pp.
Esta encantadora novela inaugura el que quizá sea el proyecto de novela histórica más ambicioso de cualquier país: los Episodios Nacionales. A juzgar por esta primera pieza, el objetivo es retratar los hechos históricos y sus repercusiones, no sólo desde el punto de vista de los grandes personajes, sino primordialmente del pueblo llano. A ese acierto, en este caso, se suma otro: que el protagonista sea prácticamente un niño. Si bien el narrador recuerda desde su edad adulta, el punto de vista es el del niño que fue, con toda su inocencia y azoro ante la terrible batalla naval que marcó el destino de España y también de Inglaterra, puesto que en ella murió el almirante Nelson.
Gabriel, nacido en 1791, es un pilluelo pobre de Cádiz, huérfano desde muy pequeño, que huye de su tío borracho y sádico. Adoptado por una pareja de ancianos, se va a vivir con ellos a Vejer de la Frontera, donde crece como un hijo más. Desde su vejez, Gabriel describe los efectos de la memoria sobre el espíritu y el cuerpo, incluyendo al viejo patriotismo español. Los ancianos lo educan y pulen, de distintos modos: don Alonso es un setentón medio baldado, antiguo oficial de la Marina, bonachón e ingenuo, que vive para recordar sus buenos tiempos, para berrinche de doña Paca, una mujer iracunda y dominante, pero sensata, que odia el mar y la guerra y constantemente lanza parrafadas pacifistas de lo más razonables. Tienen una hija de la edad de Gabriel, Rosa, de la que está enamorado sin esperanza, pues se encuentra prometida a Malespina, un joven oficial de artillería. Alonso pasa los días entre mapas y cartas náuticas, fantaseando con su amigo Marcial (odiado por doña Paca por calentarle la cabeza a su marido), mejor conocido como “Medio-hombre” ya que le faltan un ojo, un brazo y una pierna. Marcial es un personaje caricaturesco, con un lenguaje marinero exclusivo de él; juntos, los dos hombres forman una pareja de viejos simpatiquísimos y entrañables.
En octubre de 1805, al aproximarse la batalla con Inglaterra, ambos hacen planes para unirse a la Armada, ante la prohibición expresa de doña Paca. Todos están conscientes de que la “alianza” (en realidad sumisión) de la España débil y corrupta de Godoy con Napoleón es un desastre. Villeneuve, el almirante francés, es un incompetente ansioso de redimirse ante el Corso con una acción espectacular. Mientras todo mundo entiende que la flota conjunta no debe salir a mar abierto, sino esperar dentro de la bahía de Cádiz, Villeneuve se empecina en la primera opción.
Faltos de personal, los españoles reclutan a soldados de tierra, incluyendo al joven Malespina, para angustia y horror de la pobre Rosita. El padre de Malespina, otro artillero, es un gran personaje también, un charlatán mitómano. Una mañana, Alonso y Marcial, acompañados por Gabriel, huyen de Vejer. Por el camino se topan con los Malespina, con quienes hacen el viaje a Cádiz. Ahí se hospedan en casa de la hermana de don Alonso, Flora de Cisniega, una cincuentona “rejuvenecida”, lasciva y ridícula, que pretende quedarse con Gabriel como amante, para horror del chico. En una borrachera épica por Cádiz, Gabriel comprueba el estado de júbilo, totalmente injustificado, de los españoles.
Lo que sigue es la descripción minuciosa de la absurda tragedia. A bordo del Santísima Trinidad, entonces el barco más grande del mundo, los protagonistas contemplan el error garrafal de Villeneuve, la genial maniobra de Nelson, el naufragio, su rescate, el peligro que corren Marcial y Malespina. El viejo Gabriel reflexiona sobre lo absurdo de la guerra: “Un hombre tonto no es capaz de hacer en ningún momento de su vida los disparates que hacen a veces las naciones dirigidas por centenares de hombres de talento”.
Trasladados al Santa Ana, tomado por los ingleses, los españoles se rebelan, apoyados por refuerzos de Cádiz. Don Alonso decide no evacuar el barco mientras Gabriel, Marcial y Malespina pasan al Rayo. Ahí tienen que soportar las mentiras de Malespina Sr., quien sin embargo tiene muy claro cómo inventar barcos de vapor, lo cual lo revela como embustero pero inteligente. El final presagia nuevas aventuras de Gabriel.
La novela es una delicia por los personajes y el fresco lenguaje del pueblo y los marineros, además de la acertada mezcla de situaciones cómicas y trágicas, y la precisión histórica de Pérez Galdós. Es, además, un bello retrato de la Andalucía marina de principios del siglo XIX.
4 respuestas
Hola Guillermo. No puedo dar «like» no sé por qué, pero disfruté mucho tu artículo y me lanzo a comprar la novela en este momento. ¡Mil gracias!
Gracias, Memo, por recordarme esta maravillosa novela. A los 15 años me leí los 42 volúmenes de la edición barata de Los Episodios Nacionales que tenía mi madre. Me dan ganas de releeros. Trivia: las dos plazas más famosas de Europa recuerdan a batallas en España: Trafalgar y Trocadero (ambas cerca de Cádiz)
S, con tu relato se antoja correr a buscar la novela. Gracias
Excelente reseña que invita a leer la novela.
Enhorabuena y gracias