Y así seguimos: El Recurso del Método, de Alejo Carpentier.

03/08/2018 La mayoría de países iberoamericanos se incorporaron al sistema democrático a finales del siglo XX. La presencia de las dictaduras durante este siglo hizo que los países de la región sufriesen un gran estancamiento sociopolítico en comparación con otros países del mundo IBEROAMÉRICA CULTURA NOTIMÉRICA/ WIKIPEDIA/ WIKIMEDIA COMMONS
La corrupción, la violencia y el caos han sido terreno fértil para la literatura satírica en América Latina. Tristemente, además de por la calidad de la prosa, muchas novelas sobre dictadores siguen vigentes porque reflejan una realidad que se resiste a irse.

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EL RECURSO DEL MÉTODO. Alejo Carpentier. Siglo XXI. México, 1988 (1974). 343 pp.

Lo único bueno que han causado los dictadores latinoamericanos es un subgénero literario del que han salido no pocas obras maestras. Con algún antecedente decimonónico, por lo menos desde Tirano Banderas (1926), de Valle-Inclán, hasta La Fiesta del Chivo (2000), de Vargas Llosa, el tema ha dado para muy diversos retratos de los dictadores y sus consecuencias, en muy distintos estilos y tonos. En 1974 aparecieron dos de las mejores, la polifónica y experimental Yo el Supremo, de Roa Bastos, y esta de Carpentier, mucho más directa y lineal.

Las dos usan la sátira, pero con por lo menos dos diferencias en cuanto al personaje. La primera es que la de Roa Bastos se ubica en un país y un personaje históricos, el Paraguay del Dr. Francia, mientras que en esta el personaje queda innombrado y su país es una especie de compendio-resumen de toda América Latina, en el que lo mismo hay mariachis que arepas. Sólo sabemos que tiene costas en ambos océanos. La acción se desarrolla entre 1913 y 1930. La novela se enfoca en el dictador y su entorno inmediato, en clave de farsa. La segunda diferencia es que, mientras el Dr. Francia era un intelectual de verdad, culto, un “déspota ilustrado”, el dictador de Carpentier es una caricatura, un hombre vacío y licencioso, alcohólico (a diferencia de la mayoría de los dictadores, que suelen ser control-freaks), lleno de lecturas y pretensiones intelectuales, pero en el fondo un simple matón disoluto. La novela es muy divertida; por momentos el personaje incluso llega a ser simpático, hasta la siguiente masacre o corruptela. De manera explícita, el título hace referencia al Discurso del Método y cada capítulo va encabezado por una cita de Descartes.

Alejo Carpentier (1904-1980). www.ciudadseva.com

La novela comienza en París, en 1913, con el Primer Magistrado despertando en su casa frente al Arco del Triunfo, cerca de la mansión de su amigo Limantour, exministro de Hacienda de Porfirio Díaz. A pesar del lujo, sigue durmiendo en hamaca; ese día despierta con resaca tras la francachela de anoche, que terminó con una prostituta disfrazada de monja en un burdel “temático”. A lo largo de la mañana recibe las visitas de Peralta, su corrupto secretario y compinche; su hija Ofelia, elegante salvo cuando se encoleriza (entonces habla como prostituta ella misma); y el Académico, un clasicista libertino y supuestamente protegido del presidente latinoamericano. La conversación con éste es un derroche cómico de erudición ridícula. Poco después arriba el Cholo Mendoza, embajador en Francia, con la noticia de que ha habido un levantamiento armado, el quincuagésimo tercero en un siglo. A partir de aquí seguimos las peripecias del dictador, tanto las políticas, como las familiares y las prostibularias, todas desmesuradas e hilarantes.

Con escalas en Nueva York (para renovar un acuerdo con la United Fruit) y La Habana (para seguir la parranda), regresa y sofoca de manera consecutiva dos alzamientos, de manera brutalmente sanguinaria. Una masacre en particular, la de Nueva Córdoba, le gana titulares en los diarios europeos. Esto es causa de que, a su regreso a París en 1914, se vea exiliado de la buena sociedad. Sus amigos y conocidos (a excepción del Académico) le dan la espalda, entre ellos varios personajes de Proust, un detalle genial. Pronto es víctima de la extorsión de numerosos periodicuchos, pero de todo eso lo salva el comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Fotograma de la película de Miguel Littin (1978). www.mubi.com

De regreso, astutamente se convierte en “defensor de la latinidad” y, por consiguiente, en aliado de Francia en la guerra. Ésta le cae como anillo al dedo, pues las materias primas que exporta su país alcanzan precios de fábula, que enriquecen a las élites y dejan algunos beneficios a la gente. Antes de eso, había llegado a odiar a su país y a sentirse preso en su posición. Cuando considera renunciar,    lo asalta un temor: “Y si me quitaran aquello, ¿qué sería yo, qué me quedaría?”. Ahora, sin embargo, “sosiego y reposo hallaba, por fin, el Primer Magistrado a la sombra de los cañones en flor”. Con la aparente prosperidad llegan la modernización (pero no política) y la migración del campo a las ciudades, al estilo latinoamericano, sin infraestructura ni planeación. La miseria urbana va alimentando movimientos extremistas de corte comunista, al tiempo que el Dictador se festeja con enormes monumentos. Durante la inauguración de uno de ellos, una copia del Capitolio de Washington, estalla la primera bomba. Al proliferar alzamientos y atentados, se desata una represión feroz, desde una masacre en la universidad, hasta la orden de confiscar todos los libros “rojos”. Los confundidos policías proceden a confiscar y quemar obras como La Letra Escarlata, El Rojo y el Negro y La Caperucita Roja. Aparentemente, todo está orquestado por una figura mítica y nebulosa, El Estudiante, con quien eventualmente el dictador tendrá una conversación crucial.

De ahí en adelante todo es un caos de opereta, un suceso estrambótico tras otro, pero que no están nada lejanos de lo que en realidad ha ocurrido en este, nuestro muy peculiar continente. Todo ello proporciona una lectura regocijante, más que colorida… y atinadísima en la sátira y la farsa. El destino final del dictador es otra pieza genial de pintoresquismo y surrealismo, pero totalmente verosímil. Un gozo de lectura.

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Comentarios del artículo

4 comentarios

  1. Guillermo, soy nueva en este grupo. Mi nombre es Eugenia Solórzano de Elmo, pero aparezco como Cuqui/ Eugenia Elmo.
    Tu artículo es sumamente interesante y me hace pensar si este género es tan popular porque preferimos reírnos de nuestra desgracia.
    Vivo en Estados Unidos y aquí nos encontramos en una situación irónicamente similar. A punto de convertirnos en tiranía, viendo las señales por todas partes y no pudiendo hacer nada concreto. Lo que no sé es si a los americanos les falta la chispa latinoamericana, para reírnos de nuestra situación…
    Gracias por la ponencia del lunes. Estuvo muy buena.

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