FLASHMAN. George MacDonald Fraser. Everyman’s Library. New York, 2010 (1969). 255 pp.
El gran acierto de este híbrido entre novela de aventuras, histórica y cómica está en el narrador-protagonista. Muy lejos de ser un héroe, Flashman es un rufián, un egoísta y un cobarde. Su encanto reside, primero, en que lo admite abiertamente, y segundo, en que no es malvado: no busca deliberadamente dañar a otros, sino protegerse siempre a sí mismo. Eso sí, pasando por encima de quien sea cuando no queda otra salida. Flashman no tiene el menor sentido del honor, la gloria o el patriotismo. Esto es refrescante, ya que la saga del imperio británico es revelada, así, en toda su arrogancia e indiferencia por los pueblos colonizados y oprimidos. Lo es más aun porque deja de lado toda corrección política, la plaga del arte posterior a los 1960. “Escribiendo” en la primera década del siglo XX, Flashman se puede dar ese lujo, que Fraser no podría permitirse. No es, en consecuencia, un libro moralizante ni glorificador del imperio; todo lo contrario, pero tampoco ensalza ni victimiza a los colonizados. Deja al lector sacar sus conclusiones. Esta obra es la primera de una serie de doce novelas, muy exitosa, que se publicó entre 1969 y 2005. Son las memorias de Flashman, descubiertas en una subasta de muebles, que la familia ocultó por vergüenza y que Fraser “da a conocer”. El personaje sale de la novela de Thomas Hughes Los años de escuela de Tom Brown (1857), en la que Flashman es un alumno de la escuela Rugby, expulsado por ebriedad. Con ese episodio comienza la novela, en 1839, cuando tiene 17 años.
Echado de Rugby, regresa a la casa paterna en Londres, para encontrar en ella a una golfa ya madura, Judy, que vive como amante de planta del padre, un viudo rico, borracho y patán. Flashman decide que su futuro está en el ejército, no porque le atraiga la carrera militar, sino la vida regalada y disoluta de los oficiales en Inglaterra. Tras acostarse con Judy y luego pelearse con ella, el padre le consigue entrar al 11º regimiento de Dragones Ligeros (que luego se desgraciaría en Crimea, en un episodio cantado por Tennyson). Estacionado en Canterbury, el regimiento está al mando del barón de Cardigan, con quien comienza el desfile de personajes históricos (la serie es famosa por la precisión y veracidad de los pasajes y personajes reales, lo que le da un valor adicional, el de la historia rigurosa vista desde una perspectiva irreverente). Cardigan es, en palabras de Flashman, estúpido, cobarde, arrogante, vanidoso y frívolo: ideal para apreciar las (escasas) cualidades de nuestro héroe, que es guapo y excelente jinete. Su otra virtud, que le será de gran utilidad, es la facilidad para las lenguas. Tras insultar y robarle la amante a otro oficial (“no hay ninguna estupidez que un hombre se niegue a cometer si hay dinero o mujeres de por medio”), Flashman se ve obligado a batirse a duelo. Sobornando al encargado de cargar las pistolas, se salva, pero es desterrado a Escocia. Ahí, seduce a la hija de su casero y es forzado a casarse con ella. Elspeth es guapa, fogosa y tonta: “en ella, la ignorancia y la estupidez forman el escudo perfecto contra el mundo: esto, supongo, es la inocencia”. Rechazado por Cardigan (por casarse con una plebeya) es enviado a India, lo cual lo llena de horror. Elspeth se queda en Londres con su padre y Judy.
Aquí empieza a compleja historia de Flashman en acontecimientos cruciales para el imperio birtánico. Después de vivir como marajá en Calcuta, en enviado a Afganistán como secretario militar del comandante Elphinstone, viejo, enfermo, miedoso e idiota. Antes, recibe un consejo de un mercenario italiano, en Peshawar: “los héroes no tienen mejor salario que los cobardes”.
Las abigarradas aventuras en Afganistán, que forman el núcleo de la novela, ubican a Flashman como “protagonista” de uno de los episodios más embarazosos, infelices y trágicos de la historia británica (quizás el peor): la rebelión afgana, la expulsión de Kabul y la masacre de Khoord-Kabul, de todo lo cual sólo escapó un hombre (aparte de Flashman y su sirviente, por supuesto). En Afganistán, tanto el líder civil, McNaghtan, como el militar, Elphinstone, son un desastre. Este último es “el mayor idiota militar, de nuestro tiempo y de cualquier otro”. En breve, Flashman se convierte en emisario ante las tribus afganas (dispersas y enfrentadas) gracias a que habla pushtun. Hace amigos y enemigos, uno de los cuales, Gul Shah, se convierte en su némesis. Flashman está presente en la toma de Kabul, una matanza en la que es apresado, torturado por Gul Shah y rescatado por Akbar Khan, el nuevo jefe afgano. Contra la opinión de Flashman, los jefes ingleses caen en una emboscada y se ven obligados a huir en pleno invierno a través de las montañas. Es la famosa masacre de Khoord-Kabul, retratada magistral y crudamente en esta obra. Es la parte más dura y menos cómica del libro. Apresado en su huida, Flashman es recluido en un calabozo, de donde escapa gracias a su valeroso asistente. Finalmente, van a dar al sitio de Jallalabad, de donde Flashman sale como héroe.
El chiste de la novela es que Flashman siempre queda como héroe, a pesar de comportarse con toda la cobardía, abyección y deshonor posibles. No es tonto, al contrario, y tiene sentido común (a diferencia de sus jefes), pero lo único que le interesa es salir con vida y gozar los placeres. Lo logra, aunque a veces paga un precio, como el que debe pagar a su regreso a Londres (donde lo recibe y condecora la reina Victoria). Habrá que leer más de esta divertidísima serie, que además ilustra puntos poco conocidos de la historia británica (para los no británicos).
5 respuestas
Buenísima la reseña de un libro espectacular! Gracias, Memo
🤔 Tiempo, solo tiempo es lo que me falta. Excelente reseña, como siempre, gracias Guillermo.
La heroicidad , la cobardía , el desonor lo jocoso , la historia cobran vida con el sentido común de un personaje , la reseña lo describe muy bien que hace que debamos leer esta obra …con el fin satisfacer nuestra curiosidad y las ansias de leer…
Ya está en la fila de los pendientes Guillermo. ¡Mil gracias como siempre!
Gracias Memo. Como en otras ocasiones, excelente. Abrazo!