BOUVARD ET PÉCUCHET. Gustave Flaubert. Le Livre de Poche. París, 1999 (1881). Edición, Introducción y Notas de Pierre-Marc de Biasi. 474 pp.
Esta obra, extravagante e inconclusa (aunque lo que se quedó pendiente era una especie de apéndices) nunca ha gozado, ni del prestigio entre la crítica, ni del favor popular del resto de su obra. El editor de Biasi (y yo concuerdo con él) afirma que es una lástima, pues los personajes son entrañables, la historia divertida y conmovedora, y la cantidad y variedad de conocimiento que contiene asombrosa. Es una enciclopedia para la cual Flaubert leyó y anotó más de 1,500 volúmenes sobre prácticamente todas las disciplinas, teóricas y prácticas. Es una obra que conjunta lo cómico, lo ridículo, lo patético, lo alentador y lo desolador. Flaubert mismo lo definió como su “libro de las venganzas”, en el que vació toda su misantropía, pero de una manera agridulce y humorística.
El argumento es muy simple: a fines de los 1830, un domingo de verano al atardecer, dos oficinistas de 47 años, “hijos de la Revolución”, se sientan en la misma banca y conversan. Bouvard es alto, robusto, rubio y liberal; trabaja de copista en una casa comercial. Pécuchet es bajo, moreno, conservador, y se emplea como copista en el ministerio de Marina. Los dos están hartos de sus trabajos y sueñan con dedicarse al conocimiento y la cultura. Se vuelven amigos inseparables y juntos asisten a museos, bibliotecas, jardines y cursos de árabe. En 1840, Bouvard hereda de su “tío” (en realidad su padre natural) una cuantiosa fortuna. De inmediato, los amigos compran una finca rural en la población ficticia de Chavignolles, en Calvados, Normandía, entre Caen y Falaise. Durante los siguientes veinte años vivirán dedicados a estudiar y poner en práctica todas las áreas del conocimiento.
Fracasan en todo, no por culpa de ellos, sino del propio conocimiento: todo es contradictorio; toda teoría tiene su contraparte, ambas igual de creíbles y plausibles. No hay certidumbre en nada; de todo se puede demostrar lo opuesto. La “verdad” es escurridiza y relativa. Los amigos se atiborran de tratados y manuales; sus experimentos, iniciativas y peripecias les granjean, alternativamente, el aprecio y el repudio de sus vecinos, empleados y amistades. A veces son venerados y otras atacados.
Comienzan por la agricultura y la jardinería; su jardín fantástico suscita las burlas de sus vecinos, tras una cena desastrosa que termina en agrias discusiones políticas. Cuando intentan poner una destilería, la caldera explota: se dan cuenta de que necesitan estudiar química. Su experiencia con la medicina los convierte en celebridades, pero también en hipocondríacos, hasta que el médico del pueblo los denuncia como impostores. Las ciencias naturales y la geología los llenan de angustia por la futura muerte del planeta. Sus aventuras estudiando los acantilados de Normandía terminan en otro desastre, además de meterlos en líos con el cura por creer en la evolución.
Entre 1844 y 1845 se vuelven arqueólogos y expertos en la cultura celta (moda de su tiempo de la que se burla Flaubert). Acumulan curiosidades antiguas que exponen en su museo particular, pero terminan discutiendo por la historia de Francia, que cada historiador interpreta de manera distinta. Recurren a la novela histórica (Scott, Dumas, etc.), pero descubren errores en las obras: ¿en quién confiar? Exploran la novela cómica, de aventuras, de amor, y terminan montando las obras de Corneille y Racine, para deleite de sus servidores y vecinos (que se mofan de ellos). Flaubert aprovecha aquí para reflexionar jocosamente sobre la creación literaria: ¿cómo se elige una trama? ¿cómo se logra el efecto dramático? ¿en qué consiste el estilo? “La opinión de las personas con gusto confunde, y el juicio de la masa es inconcebible”. Hay que estudiar la lengua, pero “la sintaxis es una fantasía, y la gramática es una ilusión”.
En febrero de 1848 viene la revolución que termina con la monarquía de Luis Felipe. Vienen los disturbios obreros y campesinos, y nuestros héroes se embrollan en las discusiones sobre el sufragio universal y el socialismo. Terminan asqueados de la política. Como Flaubert, al final se oponen a la represión reaccionaria, pero también a las tonterías del socialismo utópico, propenso a las dictaduras. El estudio de la economía los confunde aun más.
Desilusionados y hastiados, deciden entregarse a los placeres, pero les va peor: Bouvard es engañado por Madame Bourdin, que sólo quiere hacerse con la finca, mientras Pécuchet no consigue más que una enfermedad venérea tras una aventura con la criada Mélie. Intentan la gimnasia, la hidroterapia, el espiritismo, el magnetismo, la metafísica, la alquimia. Invocan al demonio, pero sólo logran que Germaine, su ama de llaves, los deje, horrorizada. “Entonces, una facultad lamentable se desarrolló en su ánimo: la de contemplar la estupidez y no tolerarla más”. A punto de suicidarse en Nochebuena, recuerdan que no han hecho testamento y suspenden. En una escena bellísima, asisten a la Misa de Gallo y caen en éxtasis místico: se vuelven devotos. Pero al estudiar la religión se dan cuenta de que es una suma de contradicciones absurdas y se vuelven ateos. En 1859 adoptan a dos huérfanos y se vuelcan al esutdio de la pedagogía, pero también resulta un fracaso.
Bouvard et Pécuchet se anticipa, por mucho, al post-estructuralismo. Es la Biblia del relativista. Nada es indudable, nada es seguro, todo puede ser refutado. Las reglas tienen excepciones que las confirman, ¿o reglas que confirman las excepciones? ¿o excepciones a las excepciones?
A lo largo de la novela, además de los dos protagonistas, encontramos otros personajes pintorescos e irritantes: la coqueta viuda Bordin, intrigante y codiciosa; la disoluta criada Mélie; la supersticiosa ama de llaves Germaine; los testarudos arrendatarios de la granja; el reaccionario aristócrata local, Fauverges; el oscurantista cura Jeufroy…
La obra es hilarante y desoladora a la vez. Muchas de las aventuras de los dos amigos son memorables, y la obra va desde el humor de pastelazo a las discusiones más profundas e importantes, todo permeado por la cultura infinita, la aguda sapiencia, la mala leche y la excelente literatura de un maestro de las letras universales, en su obra más personal y desencantada.
2 respuestas
Siempre aprendo algo nuevo contigo… Grx
Gracias Guillermo, sin duda me invitas a su lectura. Un abrazo!