LA CIVILISATION DE L’OCCIDENT MÉDIÉVAL. Jacques Le Goff. Flammarion, 2008 (1964). 366 pp.
Este clásico es el manual perfecto para tener una visión de conjunto sobre el milenio que llamamos “Edad Media” (ss. V-XV), no en cuanto relación de hechos e hitos geopolíticos, sino como descripción y análisis de los principales aspectos de esa civilización y su transformación. Al igual que Peter Watson en su Ideas (2005), Le Goff pone el foco en los siglos X-XIII por haber ocurrido en ese período los momentos decisivos para la civilización occidental: la elección entre el mundo cerrado previo y la apertura; el nacimiento de la ciudad, distinta de la antigua o moderna; los avances en tecnología rural; la economía monetaria; el telar, el arado con ruedas, el timón de popa, la brújula y el reloj mecánico. Durante toda la Edad Media la Iglesia fue dominante, pero sus mismos éxitos, la alfabetización y la universalidad, la fueron minando. Hay una incipiente creación de naciones con liderazgos laicos. A la par del culto mariano, se van creando el humanismo y la escolástica; la Iglesia inventa el Purgatorio para mitigar la extrema ansiedad social por la amenaza del Infierno. Predominan la violencia, las hambrunas y las epidemias, pero se desata una gran potencia creativa que hace pasar la economía de la subsistencia al desarrollo. Antes de comenzar su recuento, Le Goff insiste en que en historia nada funciona sin una estructura mixta de lo material y lo simbólico. En efecto, no es posible acercarse a esta época (o a cualquier otra) sin un esfuerzo por entender el poder de lo simbólico, lo mental y lo emocional.
La llegada definitiva de los “bárbaros”, en el siglo V, marca el fin del imperio romano de Occidente e inaugura una era contradictoria, de enorme destrucción al mismo tiempo que de intensa aculturación de los germánicos, que admiraban la civilización romana, pero no podían replicarla. Los siglos V al VIII son la verdadera “Edad Oscura”, que sin embargo no estuvo exenta de logros y avances. En medio de un abrupto proceso de desurbanización, Clovis unificó a los francos y la Galia, los ostrogodos comenzaron su “Edad de Oro” en Italia y los musulmanes invadieron la península ibérica. Los anglosajones llenaron el vacío romano en Gran Bretaña. El siglo VIII fue el de los francos. En 754, cuando el Papa corona a Pipino el Breve rey de Francia, y éste reconoce los Estados Papales, nace realmente ese nuevo mundo: la civilización occidental medieval, y luego Carlomagno funda el Sacro Imperio Romano Germánico. A partir de entonces, muy poco a poco, se iría superando el enorme retroceso anterior: despoblamiento, descuido de la higiene, regresión técnica, tortura, licencia sexual absoluta y barbarie en general, con una Iglesia egoísta y expoliadora. Tras Carlomagno aparecieron signos de reactivación económica (precios, tierra, comercio) y se aceleró la reurbanización alrededor de castillos, catedrales y ferias comerciales.
Entre los siglos XI y XIII se consolida la Cristiandad; la construcción de enormes catedrales estimula la tecnología y la economía; aparecen nuevos cultivos más nutritivos; la población crece y hay una relativa paz. Pero las Cruzadas fueron un desastre: empobrecimiento, pugnas nacionalistas, impuestos eclesiásticos, pleito con Bizancio. Sin embargo, se sembraba la prosperidad futura, con el reinicio del comercio marítimo a largas distancias y la fundación de universidades. Es en este período, al final, cuando la Iglesia deja de guiar a la sociedad y comienza a seguirla. El feudalismo se fortalece entre la pugna perenne de papas y emperadores. Inglaterra, Francia y los Estados Papales fundan monarquías centralizadas, pero no Alemania, España o el resto de Italia. La combinación de la Peste Negra y la crisis de la Cristiandad pondrán fin a la Edad Media.
Después de esta narración interesantísima, el autor examina lo fundamental de la civilización y la cultura. Lo primero es la gran diferencia en la percepción del espacio y el tiempo. La desurbanización y la precariedad de la propiedad propiciaron una gran movilidad, pero no a distancias largas; no es realmente sino hasta el siglo XIV que se consolida la sedentarización. El asunto es que toda la realidad se ve a través de abstracciones místicas y símbolos (tanto cristianos como paganos) aprovechados por la Iglesia. Ésta, por cierto, proyecta la imagen de un Dios-Emperador (Pantocrátor) y un Cristo Rey, no un humilde pastor; será ya en el siglo XII cuando resurja el Cristo Salvador, el sufriente, más la Virgen y el Niño. Ángeles y demonios luchan por las almas, el Diablo acecha todo el tiempo en un maniqueísmo de facto, hay brujas y hechiceros, el bosque es un espacio horrendo, terrorífico. Esta ideología paralizante se refleja en la idea de un mundo decrépito, al final de los tiempos.
Luego, en el siglo XIII; comienza el aprecio por lo nuevo entre algunos intelectuales, que se comunican en latín para superar la fragmentación lingüística. Al final, entre la Reforma protestante, las rebeliones citadinas contra el clero, la lucha de clases campesinos–señores feudales, la Peste y los descubrimientos, los logros se manifestaron en un nuevo interés por el individualismo, la libertad, la vida espiritual interiorizada y un mundo sensible que adquiere valor propio (y por lo tanto vale la pena estudiarlo) y no sólo como símbolo.
Un libro no académico, ameno y fluido, pro con gran rigor intelectual.
Un comentario
Óptima comentario a tan interesante periodo!
Ojalá hubiera aprendido así la historia en la escuela… en fin, ahora es un gozo hacerlo de esta manera.
Grx Guillermo!