Cómo Llegamos Aquí: Ideas, de Peter Watson.

Templos de Ggantija, en la isla de Gozo, Malta. c. 3600-2500 a. C. Una de las estructuras más antiguas que se conservan. Wikipedia.
La aventura más grande de la historia ha sido la aventura intelectual: de ella, de la curiosidad, han surgido las otras aventuras, y éstas han encontrado nueva leña para el fuego de la imaginación, la razón y las creencias. Es, desde luego, una historia fascinante.

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IDEAS. Peter Watson. Crítica. México, 2019 (2005). Traducción de Luis Noriega. 1,420 pp.

Intentar una “historia intelectual de la humanidad”, como reza el subtítulo de este libro, es sin duda una tarea muy ambiciosa que exige una obra larga. Watson lo logra con creces en un relato fascinante, lleno de personajes y hazañas maravillosas (o terroríficas, porque también hay malas ideas). Comienza con un juego: ¿cuáles han sido las tres ideas más importantes de la historia? Cita las respuestas que han dado numerosos pensadores, y luego arriesga las suyas: el alma (no la religión, sino la idea de una “esencia” o “espíritu” inmaterial que sobrevive al cuerpo), la idea de Europa y el método científico. Estos serán los ejes temáticos de la obra. Advierte que la historia intelectual está muy lejos de ser lineal o unívoca, y que la vida intelectual es una cosa muy frágil, como lo muestran los ejemplos de China, el califato de Bagdad y la Edad media europea. En el Prólogo establece una idea fundamental: el descubrimiento del Tiempo, es decir, lo que ocurrió a mediados del siglo XIX en Europa, cuando se acumuló evidencia, y ya no sólo teorías, sobre la antigüedad de la Tierra, la vida y los humanos, mucho mayor a la de la cronología bíblica.

Peter Watson. www.amazon.com

Tratar de resumir una historia tan vasta y compleja sería largo y confuso, pero hay algunas piedras miliares cruciales. La primera sección, “De Lucy a Gilgamesh” aborda la prehistoria. La primera idea (es decir, una creación, más que un descubrimiento fortuito, como el hacer fuego) detectable es la fabricación de herramientas de piedra, hace 2.7-2.5 millones de años, en África oriental. Luego vienen las tumbas, hace 120-90 mil años, en lo que hoy es Israel, y después el arte, hace unos 40 mil años. En cuanto al lenguaje, dado que no era escrito y es muy difícil de definir con precisión, es imposible saber dónde y cuándo surgió. Los comienzos de la agricultura, en Mesopotamia hace unos doce mil años, son muy polémicos, porque el cultivo empeoró la calidad de vida, por lo que es muy probable que haya sido un cambio obligado por las circunstancias, aunque se desconocen las razones específicas. El caso es que ese descubrimiento provocó muchos otros, como la religión organizada (cultos a la fertilidad), la casa rectangular o la cerámica. Luego vino la metalurgia, entre 3500 y 2900 a. C., en varios lugares. En la Edad de Bronce, cuyo apogeo se dio hacia 1400 a. C., llegaron el caballo y la rueda, y con ellos la guerra estratégica y jerarquizada. Con los metales llegaron las armas, el espejo y la moneda. A finales del milenio IV a. C., también en Mesopotamia, aparecieron las ciudades, y como consecuencia los imperios, la escritura y las leyes codificadas.

Reconstrucción gráfica de una ciudad sumeria. www.historyshistories.com

La segunda parte se titula “De Isaías a Zhu Xi: la novela del alma”, y se centra en las religiones. Durante el “gran avance espiritual” aparecieron el alma, los sacrificios y los “salvadores”, así como el “Dios del Cielo”. “Alma” es un concepto vago hasta Pitágoras, y luego Platón la estableció como más valiosa que el cuerpo. Entre 750 y 350 a. C. ocurrió una extraordinaria transformación, cuando surgieron la mayoría de las grandes religiones (el islam llegaría después). En el proceso de urbanización, hubo una masculinización religiosa, en la que las diosas de la fertilidad fueron sustituidas y opacadas. Llegó también, señaladamente con el judaísmo, la “religión interior”: “podría decirse que este es el cambio más trascendental en la historia de las ideas». En el siglo VIII a. C., Isaías creó el concepto de dirección lineal de la historia.

Zeus. Museos del Capitolio, Roma. Wikimedia Commons.

En Grecia (Jonia) surgió la ciencia, es decir, la idea de que el mundo es cognoscible por medio de la razón, sin dioses, y poco después la democracia. Al mismo tiempo, en Israel surgió el monoteísmo, transmutado luego en el cristianismo paulino. El cristianismo trajo un nuevo fenómeno, la intolerancia, acompañada de la valoración de la ignorancia: entender el universo es innecesario, lo importante es la fe. Vino así un deterioro intelectual en Europa, y un desplazamiento hacia el imperio bizantino y el califato de Bagdad, que sucumbirían ante la conquista otomana y el fanatismo, respectivamente.

Sigue una discusión fascinante sobre otro cambio fundamental: la idea de Europa y la aceleración de este continente, no a partir del “Renacimiento” (como falazmente se cree), sino del siglo XI. El individualismo, resultado de una nueva urbanización, llevó, en el siglo XIII, al reloj mecánico (con lo que empezó la exactitud como valor crucial) y al método científico y la cuantificación. Vinieron la imprenta, el capitalismo moderno y el humanismo secular, lo que a su vez dio nuevo impulso a la ciencia. La era de los descubrimientos geográficos (India, América) y la Reforma protestante abrieron nuevos horizontes, y en los siglos XVI-XVII aparecieron Copérnico, Kepler, Vesalio, Bacon, Descartes, Locke, Galileo y toda la revolución científica de esos siglos. De la mano, se difundieron el ateísmo y la idea moderna del Yo, así como la noción de progreso.

René Descartes. www.psicologiaymente.com

En el siglo XVIII aparecieron la fábrica, la estadística, la psicología y la sociología, junto con la Revolución Industrial. En 1851, Inglaterra se convirtió en el primer país más urbano que rural; lo nuevo comenzó a ser más apreciado que lo antiguo. Se descubrió la prehistoria, la química moderna y la electricidad, pero la Revolución Industrial también trajo la miseria urbana y la alienación, de donde surgieron Marx y otros socialismos. Otro invento crucial fue el de los Estados Unidos (y poco después la Revolución Francesa). Llegamos así al Romanticismo, Darwin, nacionalismos e imperialismos, el esclavismo masivo, el racismo “científico”, la secularización y el psicoanálisis (un enorme fraude, según Watson) y el empirismo psicológico (“el Yo surge de la conducta y no al revés”). Con esto termina el libro (hay otro sobre el siglo XX).

Según Watson, el período 1050-1250 vio la transformación más grande e importante de la historia, el cambio de lo religioso a lo científico y humanista. Es una historia de triunfos (ciencia) y fracasos (la vida emocional), pero sin duda fascinante y excelentemente presentada. Todo un curso sintético de historia de las ideas.

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Comentarios del artículo

6 comentarios

  1. Gracias por compartir esta reseña, Guillermo.

    Son fascinantes estos libros que buscan ser «atlas» de un tema (como los viejos Atlas en el que de un vistazo rápido podía uno ver los distintos territorios del planeta)

    El planteamiento de Watson es interesante, aunque controvertido, como el de otros autores que han intentado algo similar (pienso, por ejemplo en los controvertidos libros de Yuval Harari)

    Lo que también me vino a la cabeza al leer tu reseña es aquel planteamiento de que el mayor motor de la humanidad ha sido la comunicación, o más bien el ímpetu por multiplicar la cantidad y calidad de comunicación que recibimos, vía la escritura, la imprenta y luego toda la tecnología comunicativa, hasta llegar a nuestra época de redes globales de acceso masivo e inmediato (con todos sus puntos positivos y muchos negativos)

    En fin, fascinante discusión.

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