THE COMPLETE SHORT STORIES. Ernest Hemingway. Scribner. New York, 2003 (1921-1957). 650 pp.
La edición “Finca Vigía” (la casa de Hemingway en Cuba) es la definitiva de los cuentos de este autor. Contiene 70: los primeros 49 publicados juntos en 1938, más otros 21, 14 publicados posteriormente en libros o revistas, y 7 publicados por primera vez en esta edición dada a conocer originalmente en 1987.
Hemigway es un escritor muy controvertido, tanto por cuestiones literarias (su muy peculiar estilo y sus temas, o la ausencia de ellos), como por cuestiones ideológicas (su “machismo”, glorificación de la violencia o su supuesta insensibilidad hacia preocupaciones contemporáneas como el sufrimiento animal o el medio ambiente). Estas últimas son casi irrelevantes, pues ningún escritor importante sobreviviría a críticas anacrónicas o políticamente motivadas. Las primeras son pertinentes, pero en mi opinión sólo parcialmente correctas, en particular si se refieren a sus narraciones breves. Aunque es cierto que su estilo sufre en las novelas largas, en los cuentos es extraordinariamente efectivo inclusive si, como es natural, no todos tienen la misma calidad. Digámoslo con claridad: Hemigway es uno de los mejores cuentistas que han existido. Muchas de sus piezas son verdaderas obras maestras del género. En particular me gusta la serie de cuentos sobre su alter-ego Nick Adams, que puestas juntas podrían constituir una especie de novela de primer orden. Como Hemigway, Adams es hijo de un médico, crece en estrecho contacto con la naturaleza, la caza y la pesca, participa en la Primera Guerra Mundial, regresa con heridas físicas y emocionales, y tiene relaciones dolorosas y complicadas con las mujeres. Entre estas historias me gustan en especial: “Indian Camp”, una joya de retrato sobre la percepción de la muerte en la infancia; “Big Two-Hearted River”, el cuento en dos partes que retrata a Nick de regreso de la guerra, con un shell-shock que busca curarse con una expedición solitaria de pesca de truchas en Michigan, en la cual Hemingway narra detalle a detalle cada paso y acción de Nick, concentrado en la actividad de manera profunda, Zen, como única manera de sentirse vivo y exorcizar sus demonios, obra maestra de la literatura y de la dignidad; y “The Last Good Country”, inconcluso, sobre una aventura del niño Nick y su hermanita “Littless” en un paraje solitario, cuento entrañable y muy bello, tal vez más aún por lo perturbador que es.
Hay otras series muy valiosas: sobre África y los extranjeros que la visitan, como “The Short Happy Life of Francis Macomber”, macabramente cómica, o “The Snows of Kilimanjaro”, una bella rareza en cuanto que Hemingway deja volar su lirismo poético y no usa sus frases cortas y rudas. Sobre España y su Guerra Civil; sobre Cuba, Florida y los contrabandistas de sus costas.
Hemingway era un consumado dialoguista; muchos de sus cuentos son sólo o casi sólo diálogo: la narración da, cuando mucho, apenas el contexto en el que ocurre una conversación a la que nos asomamos, como si fuéramos un escucha accidental, y sólo nos enteramos de lo que los personajes se dicen a sí mismos o entre ellos. “Hills Like White Elephants” es el diálogo entre un hombre y una mujer, en el que el primero quiere convencerla de que aborte; “A Clean, Well-Lighted Place” es un diálogo entre dos meseros españoles sobre un anciano cliente que ha intentado suicidarse; el monólogo final del mesero viejo es la culminación del sentimiento de profundo vacío que Hemingway sentía en el fondo de su aventurerismo y aparente pasión por la vida activa. “God Rest You Merry, Gentlemen” es un tour de force de humor negro sobre un joven fanático que se amputa el pene.
Hijo de su tiempo y de su depresión, en estos cuentos Hemingway viaja por medio mundo, ve guerras, cacerías, largas excursiones, corridas de toros, trifulcas, amoríos y peleas de box, pero a todos lados se lleva a sí mismo y a su profundo malestar existencial, la sensación de inutilidad y hostilidad de la vida. Pero nunca, o casi nunca, cede a ese vacío. Su respuesta, nos guste del todo o no, está firmemente basada en una ética: la ética del valor, de la lucha, de la concentración absoluta en el momento, en el acto vital y la responsabilidad inmediata del hombre: No es machismo: es cojones. No es insensibilidad (la crítica más absurda que se le hace): es la necesidad de actuar en el momento, con las herramientas a la mano. Hemingway, no es cruel, es realista y resignado a la acción. Su literatura es amplia y variada, sus personajes perfectamente retratados con economía de medios. Escritor anti-poses intelectuales, podrá no pertenecer a la élite artística, pero eso nunca le importó. Su obra es la de un hombre común enfrentado a fuerzas impersonales, y es enorme.
Un comentario
Muy buena reseña, Memo. Gracias