POESÍA COMPLETA. Jorge Luis Borges. Debolsillo. México, 2014 (1923-1985). 647 pp.
Siempre excéntrico, Borges no quiso formar parte de ninguna de las vanguardias de su juventud, al mismo tiempo que participaba entusiastamente en revistas y grupos literarios que sí albergaban a representantes de las corrientes más en boga. Así, su poesía, que forma un todo con sus ensayos y relatos, tiene un estilo “clásico”, por lo menos en comparación con la de, por ejemplo, Oliverio Girondo. Se divide, a muy grandes rasgos, en poemas de tema gauchesco o de arrabal, poemas autobiográficos e introspectivos, y poemas sobre temas legendarios, históricos o literarios. En su poesía, tan valiosa como el resto de su obra, elabora sobre sus obsesiones de siempre: la muerte, la ceguera, la individualidad, los espejos y laberintos, la memoria, el amor y el tiempo. Son trece los volúmenes que publicó, a lo largo de casi sesenta años, y aunque desde luego hay una evolución, se nota la falta de necesidad de experimentar con formas insólitas. Mezcla de metros rimados y convencionales con el verso libre, el estilo poético de Borges parece haber nacido maduro.
Fervor de Buenos Aires (1923) y Luna de Enfrente (1925) son la declaración de amor por esa ciudad en la que vivió su infancia, para luego pasar siete años en Europa y volver en 1921. En el Prólogo a la segunda obra dice: “La ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de ser íntima: la de este volumen tiene algo de ostentoso y de público”. Ya en poemas tempranos como “La Recoleta” establece la ficción de la muerte, el espacio y el tiempo, que sólo existen en y por la vida; la transitoriedad es más piedad que injuria. Los poemas se demoran en paseos, calles, barrios, arrabales y ocasos, como en “La Noche de San Juan”:
Rojos chisporrotean
Los remolinos de las bruscas hogueras;
Leña sacrificada
Que se desangra en altas llamaradas,
Bandera viva y ciega travesura.
“Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad” es uno de sus preferidos; en “Mi vida entera” declara: “He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de la pena”.
Las piezas de Cuaderno de San Martín (1929) están en otra vena: aspiran a ser poemas intelectuales. En El Hacedor (1960) – nótese el largo hiato en su producción- utiliza más los metros regulares. Es uno de sus libros cumbre, que contiene algunos de sus poemas más célebres, como “Poema de los dones”, “El reloj de arena” y “Ajedrez” (I y II), donde dice: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza”, para terminar: “¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?” El Otro, el Mismo (1964) declara en el Prólogo que “es el que prefiero”. Ahí están “Otro poema de los dones”, “Poema conjetural”, “Una rosa y Milton” y “Junín”. Contiene “Two English Poems”, raros poemas de amor, como si sólo en esa lengua pudiera expresar ese sentimiento. Están también “Límites”, “El Golem”, “El tango” y otros que exploran la historia: la Biblia, Petrarca, Gracián, Cervantes, la diáspora, los sajones, Inglaterra, Milton, los vikingos, Beowulf y Swedenborg, entre muchos otros. “El instante” termina:
El hoy fugaz es tenue y es eterno,Otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
Para las Seis Cuerdas (1965) es un conjunto de milongas. Elogio de la Sombra (1969) toca obviamente el tema de la ceguera e incluye “Laberinto”, “El laberinto”, “Buenos Aires” y “Un lector”. El Oro de los Tigres (1972) dice en el Prólogo que sus principales influencias son el Modernismo (hispánico), Browning, Blake, Whitman. “Un idioma es una tradición, un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertorio de símbolos”. Evoca su tarea de poeta en “Tankas”:
No haber caído,
Como otros de mi sangre,
En la batalla.
Ser en la vana noche
El que cuenta las sílabas.
Otras piezas destacadas de este volumen son: “Susana Bombal”, “Cosas”, “El centinela”, “El mar”, “A Islandia”, “A un gato” y “El advenimiento”, la verdadera historia de las pinturas de Altamira.
La Rosa Profunda (1975) incluye “Cosmogonía”, “El suicida”, “Soy”, “Sueña Alonso Quijano” y “All our yesterdays”, la multiplicidad del Yo, que termina:
Soy los que ya no son. Inútilmente
Soy en la tarde esa perdida gente.
La Moneda de Hierro (1976) dice en el Prólogo que descree de la estética abstracta: “Si fuera una, el arte sería uno” y no lo es, es variedad, individualidad. En “El remordimiento” dice la (demasiado) famosa frase. “He cometido el peor de los pecados…” y en “Baruch Spinoza” descubre:
Alguien construye a Dios en la penumbra.
Un hombre engendra a Dios. Es un judío.
Historia de la Noche (1977) recorre las Mil y Una Noches, Endimión, Alonso Quijano, y La Cifra (1981) evoca al islam en “Ronda” y en una nota a “Las dos catedrales” dice: “la filosofía y la teología son, lo sospecho, dos especies de la literatura fantástica”. En el cuerpo del poema:
Son copias temporales y mortales
De un arquetipo inconcebible.
En “Buenos Aires” (uno más): “Sé que los únicos paraísos no vedados al hombre son los paraísos perdidos”. Este volumen contiene también “Los justos”, “Shinto” y “Diecisiete haikú”.
Y en Los Conjurados (1985) siente ya la proximidad de la muerte. En “Elegía de un parque” afirma: “Ya somos el pasado que seremos”. No hay muchos consuelos, “Cristo en la cruz” termina:
¿De qué puede servirme que aquel hombre
Haya sufrido, si yo sufro ahora?
Un universo poético inacabable, como los espejos y los laberintos.
3 respuestas
De verdad es un universo poético la obra de Borges y hay que buscar su obra completa
Yo en Ginebra iba a misa en la Iglesia que está exactamente en frente donde vivió Borges y cada domingo siempre tenía la en mi mente la suave brisa de sus poemas.
«Ya somos el pasado que seremos». Fulminante verdad, y una vez dicha, parece fácil, pero nadie la dijo así de claro antes de Borges.
Que gran invitación a conocer Borges, su obra y continuar repasando y re pensando sus dichos y cosas. Gracias Memo.