Ida Vitale: las aves y la luz

POESÍA REUNIDA. Ida Vitale. Tusquets. México, 2019 (1949-2015). Edición de Aurelio Major. 491 pp.

Ha sido un gran hallazgo la poesía vital, hermosa, variada y refinada de esta, afortunadamente, longeva uruguaya. Esta buena edición tiene la peculiaridad de retroceder en el tiempo, desde sus poemas sueltos de 2015, hasta su primer libro en 1949. En estos 66 años, Vitale recorrió un largo camino y experimentó con muchas formas, pero siempre fiel a un espíritu y a unos temas. Su poesía es casi siempre luminosa, feliz (salvo momentos de desesperanza poco frecuentes) y reafirmadora de la vida y el asombro por las aves, la luz, las nubes y el cielo.

En los primeros poemas (es decir, los más recientes), utiliza la prosa y luego el verso libre, retratando una vejez alegre y resignada a la despedida. “Foto con pajarita de papel” es una encantadora pieza dedicada a la fotografía que acompaña al libro, en dos décimas octosílabas con un esquema de rima ABBCCDDEEA. En esta época domina el sentido del humor, la amabilidad con la vida y el tiempo, en una poesía breve, destilada y precisa. Alterna el verso libre con el metro y la rima. A lo largo de su obra tienen mucha importancia las aliteraciones. Un ejemplo: “Desagradezco días degradados” o “Lo que no se presta a ser prestado”. Se trata de pequeñas piezas cotidianas que penetran en lo usual para revelar relaciones más profundas e inesperadas entre los seres y las cosas (como en “Relaciones triangulares”). Otra constante son las aves, muchas: grajos, estorninos, sinsontes, gorriones, palomas, mirlos, colibríes.

El libro Trema (2005) se enfoca en el lenguaje mismo. Destacan el excelente “Las flechas”, así como “En el dorso del cielo” (“pero uno llama azar a su imaginación insuficiente”), “Calesita” y “Café de Milán”, donde expresa su desarraigo en Europa como hija de la emigración.

Reducción del infinito (2002) contiene un fuerte poema vitalista, “Llamada vida”; “Orden de ángeles”, que habla de la transparencia, la gracia y la paz; y “Paréntesis, casa frágil”, que dice:

Aunque debas cruzar
bosques de tiempo,
pisar tantas hojas secas
en el suelo de la memoria.

A veces regresa al formalismo, como en “Caracol”, un sonteo nonosílabo en en forma ABBA ABBA CDC EDE. También en “Geómetra” y “Gatos”. Este libro cierra con el poema genial “Sólo lunático, desolación legítima”, quince décimas octosílabas, vagamente políticas, vitales, sorjuanescas; estrofas misteriosas y luminosas a la vez. Aquí se revela como una gran versificadora, con genio para la rima.

Procura de lo imposible (1998) contiene el aliterativo “Serie del sinsonte”:

Firme en su fuego
fragua fábulas
el infierno.

Y un bellísimo “Colibrí”:

y entonces por un segundo
sentir cómo late el mundo.

Otro gran poema, “Casa”, ofrece intimaciones del futuro, del cambio de las cosas tras nuestra muerte. Otras piezas geniales son: “Apenas concierto”, “Parvo reino” (“la cola de pavorreal del riego”) y “Atadura”: la estrofa como cárcel y liberación. También “Lectura” (“al silbo de las sílabas subía”) y “La voz cantante”, quince maravillosos experimentos verbales.

Léxico de afinidades (1994) contiene las pequeñas piezas perfectas “Gato”, “Grillo”, “Reloj” y “Unicornio”. Sueños de la constancia (1984) incluye “Composición con símbolos”, en el que apenas se asoma al surrealismo, tímidamente. Y “Residuo”, “De escorpiones”, “Hacer azul”, “Memoria de un jardín”, “Oh barcas…”.

Jardín de sílice (1980) tiene piezas como “Perspectiva” (cómo mirar una pintura), “Salmo” (el espacio de la vida) o “Jardín de sílice” (la hora de la muerte). Cada uno en su noche (1960) incluye “Apenas vida”:

No es raro
que una paciencia amarga
suela cubrirnos
como una triste tierra anticipada.

“El revés de la vida” revela una precoz madurez:

Después de todo, ya sabemos
lo que ocultaba la esperanza.

Una obra muy completa, muy redonda y muy feliz.