FORTUNATA Y JACINTA. Benito Pérez Galdós. Porrúa. México, 1998 (1887). 654 pp.
En Fortunata y Jacinta nos vamos a vivir al Madrid de los 1860 y 1870. Conocemos el árbol genealógico de los personajes, nos empapamos de las minucias de sus oficios y sus ocios (en curioso paralelo con The Old Wives’ Tale de Bennett, aquí también se trata de familias de tenderos de ropa en la misma época), los vemos y oímos en la intimidad y conocemos a fondo los resortes y motivos que los mueven (excepto cuando, como en el caso de Fortunata, éstos son inescrutables) y asistimos al desarrollo de una trama más simple de lo que parece: Juanito Santa Cruz es un junior desobligado y egoísta que se casa con su prima, la virtuosa y abnegada Jacinta. No tienen hijos, lo que a él no le importa, pero a ella la sume en la frustración y el hacerse de cualquier forma con un niño que criar se le vuelve una obsesión. Juanito, adúltero crónico, enamora a una chica pobre e ignorante, Fortunata, con la que tiene un niño cuyo destino desconocemos al principio. Fortunata se da a la mala vida hasta que conoce a Maximiliano Rubín.
Aquí Pérez Galdós retrocede y nos cuenta la vida de los Rubín y en particular de Maximiliano, un joven enfermizo, feo y loco que vive con su tía (dominante pero práctica) y que un día se enamora locamente de Fortunata, a la que con ayuda de su familia convence de casarse con él, después de la resistencia inicial de todas las partes. El matrimonio es, por supuesto, desafortunado y Fortunata vuele y rompe con Juanito varias veces. Al final se cumple el inexorable destino de los personajes, marcados por su condición social y sus características emocionales inmutables.
Esto, que es muy simple, se desarrolla a profundidad en un relato intenso y sinfónico, con marcados cambios de ritmo y tono. Acompañamos a los personajes en sus interminables andanzas por todo el Madrid de la época, visitando numerosos barrios y asomándonos a las cocinas, recámaras, salones y cuchitriles de la clase alta, la media, la baja y la miserable. No sólo conocemos distintos oficios y ocupaciones (la venta de ropa, muebles y comida; el contrabando, la vagancia y la mendicidad; la carnicería, las tabernas y los cafés; la música ambulante y la filantropía), sino además la turbulenta política de la época (la caía de Isabel II, el reinado de Amadeo de Saboya, la tercera guerra carlista y la República), así como los pensamientos más íntimos de los muchos y fascinantes personajes.
Curiosamente, Pérez Galdós usa una técnica de narrador-personaje que nunca cuaja, siendo en realidad omnisciente, pero casi nunca aparece y no estorba una obra magnífica, cómica y trágica en igual medida, que realmente nos hace vivir la historia.
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Gracias, Memo!