MÉMOIRES I. Giacomo Casanova. Le Livre de Poche. París, 1967 (1822). Introducción y Notas de Jacques Branchu. 446 pp.
La historia de las Mémoires de Casanova es, como no podía ser menos, rocambolesca y azarosa. Jacques Branchu la relata en su Introducción, en la que especifica los avatares del manuscrito, mutilado y censurado en distintas ediciones. En 1821, un sobrino nieto de Casanova vendió el manuscrito al editor alemán Brockhaus, que al año siguiente sacó una edición abreviada, retraducida al francés entre 1826 y 1838 por Laforgue. Esta fue la edición estándar hasta que, en 1960, los herederos de Brockhaus dieron a conocer el manuscrito original celosamente guardado casi un siglo y medio. Este es el primero de doce tomos y narra los primeros 19 años de vida del, ya desde adolescente, aventurero y seductor. Su talante vital se pone de manifiesto desde el Prefacio en el que, contra Descartes, declara: “Sé que he existido porque he sentido, y cuando deje de sentir, dejaré de existir”.
Nació el 2 de abril de 1725 en Venecia, el primogénito de dos comediantes. Su padre murió en 1734. Fue criado por su abuela materna y su primer recuerdo concreto data de cuando tenía 8 años y 4 meses, cuando enfermó y su abuela lo llevó a Murano a ver a una bruja. A la muerte de su padre, cuando tenía 9 años, fue enviado a Padua, donde fue adoptado por el Dr. Gozzi, a cuyo lado aprendió griego y latín y cuya hija Bettina, cinco años mayor, fue su primera pasión. Casanova describe con gran humor a esta chica rebelde y medio loca, que se fingía poseída por el demonio. En la Universidad de Padua comenzó a frecuentar malas compañías, por lo que en 1739 fue regresado a Venecia. De cualquier forma, se doctoraría en Derecho en Padua en 1742.
Al tiempo que ingresaba al clero como novicio (contra su voluntad, en una decisión desafortunada de sus tutores), hizo amistad con el anciano senador Malipiero, que lo introdujo en círculos intelectuales y de la alta sociedad veneciana. Se enamoró de la casta Angela, con cuyas amigas Nanette y Marton, hermanas, tuvo su primera experiencia sexual (con las dos la misma noche). Aunque a los 15 años predicó con éxito en la iglesia del Santo Sacramento, ese éxito no se repitió y poco después fue expulsado del Seminario y encarcelado en el fuerte de San Andrés, a la entrada de la laguna veneciana. Este episodio es maravilloso, pues está relatado con humor negro y mucho colorido, además de ser el comienzo de su carrera en los límites de la ley. Su tutor logró ponerlo al servicio de un futuro obispo, con el que debía encontrarse en Calabria. Con ese fin se embarcó, y el viaje forma la parte más larga y enredada del volumen.
Viajó por barco hasta Ancona, pero antes había perdido dinero y ropa en el juego, tras relacionarse con un cura perdulario en Chioggia. Desde Ancona hizo el viaje a pie, en compañía de un franciscano, Stefano, rufián y delincuente. Tras numerosas desventuras y seducciones, llegó a Nápoles, donde practicó un fraude a un comerciante griego. Finalmente llegó al pueblo de Martirano, un hoyo de pobreza e ignorancia de donde huyó al instante. Provisto de cartas de recomendación, en Nápoles hizo excelentes relaciones que lo llevaron a entrar al servicio del todopoderoso cardenal Acquaviva, el embajador español en Roma.
Casanova describe con fruición la corrupción, venalidad, provincianismo y chismorreos de la sociedad eclesiástica en Roma, poblada por curas libidinosos e intrigantes. A pesar de un riesgoso romance con la casada Lucrezia (o quizás gracias al mismo), fue ascendiendo en la sociedad romana hasta que su participación (involuntaria) en el escándalo del romance de Bárbara Dalacqua y su novio provocó que el cardenal lo expulsara de Roma. Su viaje a Constantinopla vía Venecia será el comienzo del segundo tomo.
El volumen es, desde luego, una delicia; una obra maestra de la picaresca, la sinceridad cínica y la observación de la sociedad. Sus aventuras son hilarantes y desmesuradas, como su personalidad.