Para no olvidar lo esencial: Sobre la Libertad, de Isaiah Berlin.

Caída del Muro de Berlín. Getty Images. www.share.america.gov
El péndulo histórico oscila constantemente entre los polos de libertad y seguridad, un falso dilema. Ante el resurgimiento de los fascismos, conviene recordar de qué va y de dónde viene la libertad.

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SOBRE LA LIBERTAD. Isaiah Berlin. Alianza Editorial. Madrid, 2004 (1969). 421 pp.

Este volumen recoge los principales ensayos de Berlin sobre la libertad, incluyendo los “Cuatro ensayos sobre la libertad”, considerado por él mismo como su libro más importante. Va precedido por una larga Introducción en la que explica su pensamiento y los profundos debates a que dio lugar.

“Las ideas políticas en el siglo XX” refiere la génesis histórico-filosófica de las grandes escuelas de pensamiento que dominaron el turbulento siglo XX y que básicamente – con infinidad de matices, coincidencias menores y contradicciones internas – pueden resumirse en la dicotomía entre las escuelas que pretenden encontrar soluciones totalizadoras (y frecuentemente totalitarias) para los problemas humanos, por lo menos los que atañen a los asuntos públicos, y las escuelas que buscan descubrir las reglas mínimas de convivencia y respeto, a partir de las cuales los individuos y los grupos que voluntariamente forman pueden perseguir sus fines e ideas de manera libre de interferencias e, inevitablemente, de manera profusa, confusa e incluso caótica. En el trasfondo está la vieja y nunca resuelta tensión entre “seguridad” y “libertad”: entre el acallamiento de la duda y el disenso en aras de una pretendida armonía social y consenso sobre fines y medios, por un lado, y la resignada aceptación de un grado de cacofonía, altibajos y conflicto, en aras del juego fecundo de las distintas libertades de los individuos y los frutos de la imaginación en acción.

Isaiah Berlin. www.elmundo.es

“La inevitabilidad histórica” retrata el ansia, reforzada por los aciertos y capacidad de predicción de las ciencias naturales, por descubrir “leyes” de la historia, análogas a las de aquéllas, que permitan dar explicaciones causales y necesarias a los resultados de la interacción cotidiana de millones de individuos, que quedan así reducidos a meros instrumentos o títeres de enormes fuerzas impersonales e irresistibles. Los hijos de esta ansiedad, el relativismo y el determinismo, han aniquilado a la persona y producido caos, confusión y gran violencia.

“Dos conceptos de libertad”, el más famoso y controvertido de sus ensayos, analiza la diferencia entre la libertad negativa (la libertad “de”) y la libertad positiva (la libertad “para”). La libertad negativa es la base de la dignidad del individuo, y por supuesto no es absoluta. A partir de un consenso básico (¿el overlapping consensus de John Rawls?) sobre las conductas absolutamente inaceptables en una sociedad (límites y a la vez garantes de la propia libertad), el individuo debe poder hacer lo que le plazca, siempre y cuando esté dispuesto a aceptar las consecuencias de sus actos. La libertad positiva es una paradoja, pues puede ser a la vez complemento y destrucción de la negativa. Se trata de la libertad “para” intervenir en las vidas de los demás. En su acepción “benigna” (aunque desde luego Berlin jamás hace explícita esta distinción), la libertad positiva puede usarse para sumar voluntades en pro del bien común. En su acepción “perniciosa”, esa libertad puede usarse para imponer a otras personas conductas no deseadas, es decir, límites inaceptables a su libertad negativa. Que es hacia donde, casi irremediablemente, suele tender. Por lo tanto, la lucha política fundamental debe ser la defensa permanente de las libertades negativas. Es difícil encontrar una exposición más lúcida y clara de los dilemas de la libertad, así como de la definición de la dignidad de las personas.

Istock Photos. www.pexels.com

“John Stuart Mill y los fines de la vida” expone el pensamiento de Mill y sobre todo la epifanía central que, a una edad muy temprana, definió su vida: el descubrimiento de las emociones, de que la felicidad no puede ser impuesta y ni siquiera definida a priori, sino que es tarea afanosa e incierta que, si acaso, sólo puede ser alcanzada, perdida y reaprehendida por cada sujeto en su deliberación y actuación libre y necesariamente confusa, sólo limitada por la libertad de los otros. Es, así, una defensa apasionada de la diversidad y las infinitas posibilidades de la vida humana.

“Libres de toda esperanza y de todo miedo” analiza la relación paradójica, aunque no necesariamente incompatible, entre conocimiento y libertad. ¿Cada vez que aprendo algo nuevo soy más libre? ¿Más educación es más libertad? Difícil afirmarlo o negarlo categóricamente. Que ambos son bienes, sin duda. Que todas las cosas “buenas” son siempre compatibles, no queda tan claro.

John Stuart MIll. www.economipedia.com

“El nacimiento del individualismo griego” es, particularmente, un ensayo iconoclasta y provocador. Refuta la idea enraizada de que, tras la batalla de Queronea, en 338 a.C. y la disolución del esplendor ateniense, sobrevino una decadencia intelectual y moral. Tal vez no. Tal vez esa ruptura de la “comunidad orgánica” no fue un desastre, sino una liberación. Durante varios siglos, el conocimiento se liberó de la política y prosiguió caminos más fructíferos, libre del ahogo de los asuntos públicos. El divorcio de la moral y la política; la vida interior como la vida auténtica; la moral y la felicidad como atributos del individuo, más que de toda la polis, dieron paso tal vez a un gran respiro, paz y avance en el conocimiento.

Cierran el volumen una “Retrospectiva final” y tres escritos autobiográficos que redondean una edición magnífica sobre una de las obras más ricas, originales, frescas y provocadoras de la filosofía. Una obra más viva que nunca, más necesaria, más auténtica y contraria a las inanidades de políticos, profetas, ideólogos y demás mercachifles actuales y venideros. 

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Comentarios del artículo

4 comentarios

  1. Sin duda un falso dilema. No estamos seguros sin libertad, tal vez atrapados, pero no seguros. Tampoco somos libres sin seguridad. Me parece uno de los más tristes malentendidos de la historia.

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