THE PORTRAIT OF A LADY. Henry James. Wordsworth Classics. London, 1999 (1881). 504 pp.
Esta es generalmente considerada la primera obra maestra de James. En el prefacio, el autor explica su génesis: le vino primero a la mente la figura de una mujer joven, que se le fue revelando espontáneamente en toda la complejidad de su carácter hasta tenerla frente a sí plenamente formada, a punto de entrar en contacto con las incertidumbres de la vida adulta. El siguiente desafío fue decidir qué es lo que esta mujer tenía que hacer y, tratándose de James, lo obvio era transterrarla de Estados Unidos a Europa para enfrentarla a una cultura diferente que la obligara a desarrollarse y poner a prueba sus cualidades. Éstas son, sobre todo, una fuerte independencia de criterio y una amplia cultura literaria, que la han hecho una mujer segura de sí misma, a veces demasiado. Isabel Archer se siente lista para enfrentar al mundo cuando, tras la muerte de su padre, aparece una tía desconocida, la Sra. Touchett, que vive en Inglaterra y que la invita a un largo tour europeo. Su primera parada es Gardencourt, la enorme casa en el campo donde viven el Sr. Touchett, rico banquero americano expatriado, y su enfermizo hijo Ralph.
El matrimonio Touchett se lleva mal y la señora vive casi todo el tiempo en Florencia. De pies a cabeza, Isabel se ve lanzada a un mundo extraño. Se hace íntima amiga de Ralph y el Sr. Touchett llega a quererla como a una hija. Su vecino, Lord Warburton, se enamora de ella y le propone matrimonio, pero ella lo rechaza pensando que es muy pronto. Quiere vivir la vida antes de establecerse. Pronto recibe la visita de su amiga Henrietta Stackpole, periodista norteamericana que desprecia a Europa y que dice lo que piensa sin cortapisas. Henrietta actúa de alcahueta de Caspar Goodwood, el enamorado americano de Isabel que la sigue a Europa para convencerla de que se case con él. Caspar es un joven correcto, rico industrial y sincero (y por lo mismo, aburrido). Lo rechaza también. Pronto, el Sr. Touchett muere dejándole a Isabel, a instancias de Ralph, una inmensa fortuna. La razón de Ralph (enamorado sin esperanza de su prima) es ver qué hace una persona tan interesante con tanto dinero. Durante la agonía del Sr. Touchett, Isabel ha conocido a una misteriosa amiga de su tía, Madame Merle, a la que admira y de quien se hace amiga.
La herencia se convierte en el punto de cambio en la vida de Isabel. Se va a Florencia con su tía después de una época en París, y a través de Madame Merle conoce a Gilbert Osmond, un pintor viudo que vive modestamente a las afueras de Florencia. Su hija Pansy, de quince años, acaba de salir del colegio-convento donde estudió. La vida de Isabel se comienza a complicar. Se va a un largo viaje por Oriente con la Merle, pero a su regreso tendrá que decidir entre las numerosas opciones que se le presentan, tras muchas de las cuales están los intereses personales de los personajes que la rodean, cada uno de los cuales pretende imponerle sus propios designios e ideas. La decisión que toma Isabel es fatal y determina el curso de su vida, pero también de las vidas de los otros personajes. El pasado no dejará jamás en paz a Isabel, quien tendrá que echar mano de su mayor fortaleza y a la vez revisar a fondo sus certidumbres previas, puesta ya en una situación que sólo le permitirá, si acaso, salvar su dignidad y sobrevivir emocionalmente.
La novela es un magistral estudio de carácter. Su tema central es las consecuencias que acarrean nuestras decisiones y la lucha que resulta de ellas. James construye la historia pacientemente. El abrupto salto que da sobre la decisión misma, ocultando su desarrollo al lector, constituye una genialidad literaria, así como el frustrante final, digno de un maestro que se rehúsa al cliché y a la salida fácil o definitiva. Los personajes y la trama son de una riqueza infinita y el dilema, o los dilemas, de Isabel, endiabladamente complicados. James es uno de mis escritores favoritos. Cada lectura aumenta la admiración, pero esta obra en particular la ha acentuado.
Roma en el siglo XIX. www.lempertz.com
Isabel es una mujer a la vez compleja e ingenua, que a lo largo de la novela va cambiando sin ceder en su dignidad básica. Su conciencia se va moldeando en la adversidad y somos testigos de cada etapa. La comparación con la Elizabeth Bennett de Jane Austen es inevitable. Son vidas paralelas y personas hasta cierto punto similares. Elizabeth se enfrenta a los prejuicios y crueldades de su época, pero el mundo de Isabel se ensancha de pronto y resulta ser aun más difícil que el de la provinciana del siglo XVIII. Mientras que Elizabeth se encuentra con la mezquindad rural, Isabel se enreda en un mundo frío, calculador, multicultural, en el que los personajes son de una refinada perversidad. Sus posibles salvadores, Ralph Touchett, Warburton y Goodwood, aparecen demasiado pronto. Touchett morirá joven y es poco agraciado, aunque al final Isabel se dará cuenta de lo mucho que ha influido en su vida y de su inmenso valor como amigo. Warburton le promete una vida de cómodo aislamiento y Goodwood el aburrimiento burgués. La Sra. Touchett, una excéntrica amarga, desiste de sus buenos consejos en cuanto ve perdida a Isabel. Henrietta es lúcida, pero demasiado entrometida y eso la hace fracasar en su intento por salvar a Isabel de la maldad europea. El exceso de dinero, previsiblemente, se convierte en una maldición que propicia la entrada en escena de Gilbert Osmond, un monstruo de egoísmo, mezquindad, amargura y maldad disfrazado de diletante culto y socialité. En el fondo, Osmond es un fracasado que, al igual que Isabel, termina siendo un títere en las manos de Madame Merle, el personaje más enigmático e influyente de la novela. Esta mujer de vida trágica emerge como el “espíritu en la máquina” de esta novela inacabable. La otra pieza que falta por mencionar es la Condesa Gemini, la hermana de Osmond, una mujer fatal con un largo historial de perdición y un aura de pecado que opera en las sombras y tiene la clave de muchas de las perplejidades de Isabel.
De alguna manera, sentí la sombra de Stendhal en los episodios italianos, los restos de Shakespeare en los diálogos más dramáticos y un agudo sentido de paranoia y claustrofobia en la parte final, así como una prefiguración del tono de Maugham en los retratos femeninos. En suma, una obra con mucho material para el azoro y la contradicción.
4 respuestas
Gracias, Memo!
Muy disfrutable lectura,
Gracias mil.
Gracias!
Me gusta mucho leer tus artículos, y este me invita a comprar el libro, gracias.