Adiós al Imperio: La Marcha Radetzky, de Joseph Roth.

El Imperio Austrohúngaro en 1910. www.brilliantmaps.com
Uno de los experimentos multiculturales más interesantes de la historia, el Imperio Austrohúngaro, desapareció tras la Primera Guerra Mundial. Esta novela es su mayor epitafio y elegía.

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LA MARCHA RADETZKY. Joseph Roth.Edhasa. Barcelona, 2008 (1932). Trad. Arturo Quintana. 574 pp.

La decadencia y caída del Imperio Austrohúngaro es narrada por medio de la historia de la familia Trotta, campesinos eslovenos al servicio del emperador Francisco José. En la batalla de Solferino (24 de junio de 1859) contra las fuerzas combinadas de Napoleón III y Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña, Joseph Trotta, teniente de infantería, salva la vida del emperador y es ennoblecido como Barón de Sipolje (su pueblo natal). Su padre es un viejo soldado incapacitado, que ahora trabaja como guardia en uno de los palacios de Francisco José.

Joseph Roth
Joseph Roth (1894-1939). www.librosdelzorrorojo.com

Años después, en uno de los libros de texto de su hijo Franz, lee una descripción exagerada y alterada (para exaltarla) de su hazaña, y enfurecido pide una cita con el emperador para que se corrija el texto. Al ser ignorado, pide su baja del ejército y se retira al campo. Induce a Franz a no ser militar, sino abogado, y gracias al prestigio de la familia éste logra un puesto político como jefe de un distrito en Moravia. Su hijo, Carl Joseph, entra al ejército y es destinado a un batallón de caballería en una ciudad provinciana. Carl Joseph es mal jinete, mediocre estudiante y de costumbres disipadas. Se mete en un lío de faldas que causa la muerte, en duelo, de su único amigo, el judío Dr. Demant. Decide pedir su traslado y es enviado a un destacamento de infantería en un pueblo perdido de Ucrania, cerca de la frontera con Rusia, en los confines del imperio. La vida de CJ ahí me recordó mucho a la del soldado Giovanni Drogo en la novela de Dino Buzzatti El Desierto de los Tártaros: una fortaleza fronteriza en la que siempre parece que va a pasar algo, pero no pasa nada, y en la que los soldados se oxidan en la inactividad y el tedio.

La Ópera de Viena, 1914. Grabado de Richard Moser. www.meisterdrucke.ie

Carl Joseph conoce a un extraño personaje de la nobleza rural, Chojnicki, que da aparatosas fiestas cada vez que regresa de sus viajes por Montecarlo, Niza, etc., y que prevé el final del imperio y del mundo tal como ellos lo conocen. CJ se da a la bebida, al juego, a las malas compañías, y vive un romance con una mujer disoluta, casada con un enfermo terminal. En esta parte, se alternan capítulos de las vidas de padre e hijo. Mientras CJ se hunde en la mediocridad, el jefe de distrito ve cómo poco a poco su mundo se derrumba, golpeado por los sindicatos, los partidos políticos, el socialismo y los nacionalismos centrífugos. Uno de los golpes más fuertes que sufre es la muerte de su criado Jacques, en uno de los pasajes más hermosos de esta novela. Un día, los destacamentos de la frontera organizan una fiesta que termina en una borrachera monumental en medio de la cual, en plena tormenta, llega un heraldo a anunciar el comienzo de la Primera Guerra Mundial, y con ella vendrá el final íntimamente ligado del imperio y de la familia Trotta.

Brody, en la actual Ucrania, ciudad natal de Roth. www.pizzatravel.com.ua

Esta novela es un monumento, un imperio verbal y sensorial empapado de nostalgia y melancolía. Tiene un sentido del humor, pero no puede ser siquiera humor negro, a lo mucho unas sonrisas aquí y allá, tristes y resignadas. El lector no puede menos que sentir y compartir esa nostalgia por un espacio político que, con los defectos que pueda haber tenido, era un modelo de convivencia pacífica y tolerancia entre miríadas de grupos étnicos, religiones, lenguas, comida, música, costumbres e ideologías. Nada de lo que ocurrió después puede justificar o compensar la pérdida del reino, de ese imperio perdido que tan bien pinta José María Pérez Gay. Era inevitable, quizá, pero fue una lástima. Hay otra conclusión muy perturbadora: los largos períodos de paz son muy perjudiciales para la supervivencia de las potencias, pues los ejércitos se desmoralizan, se aburguesan, se degeneran y pierden habilidades. Todo en la novela es un río que se despeña, primero lentamente y luego de súbito, al abismo y la desaparición. La prosa de Roth, elegíaca, es bellísima (parece ser en este caso una traducción excelente), y los personajes inolvidables, hasta los más opacos y menos admirables, como Carl Joseph. Uno de los mejores personajes, indispensable para comprender la mentalidad del lugar y la época, es el propio Francisco José, un estadista sabio, práctico y tolerante, que no se engaña acerca del destino de su imperio, pues sabe que las fuerzas de la historia son imparables. Los capítulos en los que aparece son perfectos, agudos e imprescindibles, pues magnifican y completan el microcosmos de los Trotta y le dan el contexto general que le confiere un significado trascendente. Enorme, bellísima, nostálgica y melancólica, me dejó un cúmulo de sentimientos, añoranzas ajenas y un sabor agridulce pero maravilloso ante el poder de la literatura.

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