El Camino a Nuestro Tiempo: Freedom, de Jonathan Franzen.

St. Paul, Minnesota, donde comienza la novela. www.stpaul.gov
En 2010, Franzen publicó esta novela que en muchos sentidos, hace un retrato de tensiones en la sociedad norteamericana que se encuentran hoy en un punto peligroso y que repercuten en el resto del mundo.

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FREEDOM. Jonathan Franzen. Picador. New York, 2011 (2010). 597 pp.

Una de las principales virtudes de esta novela (que tal vez a algunos les parecerá defecto) es que logra hacer un retrato íntimo, profundo y sin concesiones, de la sociedad contemporánea, aplicando técnicas narrativas del siglo XIX. Esto no descalifica la enorme riqueza literaria de los muchos experimentos del siglo XX y de los que se están dando en el XXI, ni la necesidad de las variantes narrativas que iluminan la realidad y la fantasía desde muchos puntos de vista, lenguajes y reordenamientos de la sintaxis, el transcurso del tiempo o los filtros de la percepción, pero al poner al día a la novela decimonónica muestra la vitalidad y flexibilidad del género, así como sus enormes poderes expresivos, que permiten, paradójicamente dentro de sus aparentes rigideces formales, penetrar en la naturaleza humana en cualquier entorno sociopolítico o tecnológico.

Jonathan Franzen. www.elpais.com

Franzen escribe la biografía colectiva de la familia Berglund, tomando como eje la relación de Walter y Patty, representantes prototípicos de los “baby boomers” norteamericanos (en general, los nacidos en las décadas entre finales de los 40 y finales de los 60). Combinando el narrador omnisciente en tercera persona con los diarios que Patty escribe por sugerencia de su psicoanalista, la novela traza un arco largo (con saltos en el tiempo claramente indicados en el capitulado), que incluye las biografías de los padres y los hermanos de ambos, solamente en función de las claves vitales y psicológicas de los protagonistas, empezando por Walter, un hombre fundamentalmente decente, proveniente de un ambiente de pobreza, alcoholismo y decadencia, el único miembro de su familia que logra salir de ese círculo para alcanzar una educación y prosperidad razonables. A pesar de su decencia y bondad, hay algo antipático en Walter, expresado en su fundamentalismo abstemio y en una serie de neurosis que toman como pretexto la preocupación por el medio ambiente y su participación en el proceso actual de la corrección política que, independientemente de sus virtudes cívicas y humanísticas, se ha constituido en una nueva forma de censura e hipocresía.

Sandstone Falls, West Virginia. www.britannica.com

Patty es la hija ignorada e incomprendida de un médico ejemplar que, sin embargo, jamás llega a conectar con su hija, y de una política profesional que ignora por completo a su familia, destruyéndola en el proceso. Patty, estrella del básquetbol colegial, renuncia a todo para ser madre de tiempo completo, con resultados más que cuestionables. Completando el triángulo amoroso (de amor-odio) está Richard Katz, amigo-antítesis de Walter. Katz es un rockstar (y como tal, ególatra y depredador sexual) que tarda mucho tiempo en conseguir éxito y reconocimiento y que, a pesar todos sus defectos, es el más honesto consigo mismo de los personajes. Desde un principio, y tras una infancia y adolescencia solitarias y traumáticas, Patty se debate entre la atracción sexual por el macho alfa/héroe romántico y la satisfacción emocional e intelectual y las perspectivas de estabilidad del idealista íntegro, con el cual se casa.

Jersey City. www.expedia.com

La segunda línea narrativa concierne a Joey, el hijo de la pareja (Jessica, la hija mayor, juega un papel importante en un par de momentos clave de la novela, pero no es desarrollada plenamente). Joey es hijo de su generación y de su país (para mal), pero también hijo de sus padres (para bien, después de todo). Patty vuelca todo su amor en Joey, con las mejores intenciones y la mayor ceguera, con la inevitable alienación de Joey de toda su familia. Desde niño, Joey cae en las redes de su vecinita Connie Monaghan, una niña un poco mayor que prácticamente es “white trash”, una especie de Jane Eyre vulgar e hipersexuada, de la que Joey trata de escapar infructuosamente. Las relaciones entre estos y otros muchos personajes pasan por numerosos y a veces trágicos altibajos, que Franzen aprovecha para, con gran habilidad y sin inmiscuirse en la trama, iluminar tanto los rasgos universales de la naturaleza humana, como los dilemas peculiares y peliagudos de la sociedad actual, en particular la norteamericana. Es, sin duda, una novela muy, muy gringa, pero los problemas que resalta son comunes, por lo menos, a las sociedades humanas no miserables de todo el planeta. En esta mezcla de temas, personajes y voces es posible encontrar un magnífico retrato de la lucha casi cósmica entre el ethos y el pathos de nuestra época, pero la amplitud de miras y la perspectiva humanística y cultural del autor le permiten a la novela superar por mucho el límite de la pieza de época (“period piece”) y del best-seller, para quizás quedar como una obra literaria que, a la manera de Dickens y Balzac (aun si no llegase a esas alturas) quedará como un análisis profundo y descarnado de las maneras en que la naturaleza humana se ha venido manifestando en Estados Unidos (y ambientes sociales similares) a fines del siglo XX y principios del XXI.

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Comentarios del artículo

6 respuestas

  1. Creo que a Franzen le gustaría leer tu reseña : ) A mi me encantó leerte y con ella pude evocar muy bien la novela y verla con otra luz

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