Animal favorito de muchos escritores, el gato es un observador agudo de la naturaleza humana. Aquí dos felinos particularmente atinados.

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El gato, tan lejano a la sumisión incondicional al humano, no es sin embargo el ser frío y egoísta que suelen retratar quienes lo conocen poco. Su afecto, claro, no está reñido con su fiero individualismo. Éste le permite la distancia necesaria para observarnos y, sí, juzgarnos. El alemán Hoffmann y el japonés Soseki (quien reconoce la influencia del primero) crearon dos felinos filosóficos, cuyas historias se reseñan a continuación.

THE LIFE AND OPINIONS OF THE TOMCAT MURR. E. T. A. Hoffmann. Penguin. London, 1999 (1819-21). 350 pp.

A pesar de haber sido escrito en 1819-20, su atmósfera y trama son completamente medievales. Se trata de las memorias del gato Murr, escritas en el reverso de las hojas de la biografía del músico Johannes Kreisler, y que por un error el editor imprimió tal cual, de manera que ambas narraciones, totalmente diferentes, se alternan y se interrumpen abruptamente, y se reanudan de manera discontinua.

Lejos de ser una molestia, esta técnica narrativa es parte del encanto. Lo único que tiene en común los relatos es la presencia de Master Abraham, un personaje interesante y entrañable. Fuera de eso, los relatos corren paralelos. En un pequeño y absurdo principado alemán vive una corte de juguete, enfrascada en toda clase de entretenimientos frívolos e inocentes, así como intrigas menores. Master Abraham es un constructor de órganos y mago-prestidigitador, que se ha convertido en el asesor más importante del príncipe, y que tiene una historia trágica. Un día su protegido, el sensible y excéntrico Kreisler, aparece en el castillo y revoluciona la vida de la corte. Al principio atrae a una joven judía, la mejor amiga de la princesa Hedwiga, e hija de una ambiciosa e intrigante dama, antigua amante del príncipe. Al contrario, Kreisler inspira a la nerviosa – casi loca – Hedwiga ataques de pánico, que disfrazan una fuerte pasión. La dama judía, ansiosa de decidir el destino de ambas jóvenes, conspira para echar a Kreisler, confabulándose con el abad de un monasterio cercano para convencer a Kreisler de que tome los hábitos y se dedique de lleno a la música, a lo que éste se niega.

Mientras tanto, el gato Murr, compañero de Master Abraham, narra su vida. Se trata de un gato académico y erudito, poseído por un infinito amor a sí mismo, una altísima opinión de su persona y mala suerte con las gatitas que pueblan el vecindario. En una burla de las “Bildungsroman”, Murr nos narra su maduración sexual, intelectual y emocional, con múltiples aventuras y desventuras. Al entrelazarse con la historia de Kreisler, el libro va creando un ambiente fársico y enloquecido, con aventuras y extravagancias in crescendo.

El libro contiene numerosas referencias culturales, sobre todo contemporáneas, y proviene clara y confesamente de la línea Quijote-Tristram Shandy-Jacques el Fatalista, en un tono más risueño y menos profundo. Hoffmann se burla hasta el cansancio de los ridículos y minúsculos estados alemanes, principados, ducados, etc., que prevalecieron hasta la unificación de 1860-1870, así como de los presuntuosos académicos, lanzando pullas y guiños a sus contemporáneos, así como citas de dramas y poemas épicos, señaladamente de Shakespeare, Ariosto y Schiller, entre otros.

Una obra ligera y disfrutable que ilustra muy bien una tradición cultural, folklórica, literaria y social.

SOY UN GATO. Natsume Soseki. Impedimenta. Madrid, 2017 (1905). 646 pp.

El narrador de esta novela satírica es un gato sin nombre, que se hace adoptar por un profesor de inglés (como Soseki) y su familia, compuesta por la esposa, dos niñas malcriadas, una bebé recién nacida y una empleada doméstica grosera y malvada. De talante filosófico, el gato (heredero explícito del Murr de E.T.A. Hoffmann) está en una posición ventajosa para observar y analizar la conducta humana, por lo menos lo que de ésta reflejan los disparatados personajes que viven en la casa y los que la frecuentan. La casa está ubicada en un barrio de medio pelo de Tokio. Japón está en guerra con Rusia, circunstancia que se menciona de pasada, varias veces. La novela es un retrato cómico e íntimo de la sociedad japonesa de principios del siglo XX.

Kushami, el maestro, es impopular, malhumorado y mediocre. Se lleva mal con la esposa y se la pasa encerrado en su estudio, comenzando diversos proyectos que jamás lleva a cabo. Su vida social se reduce a recibir las visitas inopinadas de tres amigos. La mayor parte de la novela consiste en las conversaciones cómicamente absurdas entre los cuatro sujetos.

El primero es Meitei, un esteta gorrón, metiche y presuntuoso, que se la pasa haciendo bromas pesadas y cuya conversación está repleta de citas culteranas, disparatadas e hilarantes. El segundo es Kangetsu, un licenciado en ciencias, experto en la mecánica del ahorcamiento. Se supone que Kangetsu está prometido a la heredera de los vecinos de Kushami, los Kaneda, prototipo de los comerciantes enriquecidos con chanchullos, corrientes y presumidos. Las peleas con la señora Kaneda aportan varias escenas memorables y su despreciable carácter nos es revelado por el gato, que los espía. La prominente nariz de la señora es objeto de burlas, que hacen referencia a uno de los temas famosos de Tristram Shandy. El tercero es Toito, un joven literato ingenuo que sufre las bromas de Meitei.

La narración alterna estas conversaciones y las pequeñas batallas domésticas, con las aventuras del gato en el vecindario: su humillación por unos cuervos insolentes, su enamoramiento de una gatita vecina, su vergüenza por no saber cazar ratones y sus intentos fallidos por aprender, así como su persecución de mantis y cigarras y sus charlas con el gato vago y pendenciero de un carretonero vecino. Una aventura especial es su visita a los baños públicos, extraño escaparate de la fealdad y la comicidad humanas. Los dos acontecimientos más importantes para la familia son un robo nocturno a la casa y la lucha de Kushami contra los escolares que lanzan pelotas de beisbol a su casa.

La sabiduría del gato es paródicamente sensata. Además de los baños públicos, diserta sobre el derecho de los gatos a husmear (como el de los humanos a parcelar la tierra); sobre la historia del vestido: los humanos odian la igualdad y lo inventaron para diferenciarse; o sobre la estupidez innata de éstos.

Sus monólogos y las conversaciones de los amigos están llenos de alusiones literarias, artísticas e históricas, tanto japonesas como occidentales, bastante oscuras y eruditas, pero siempre estrambóticas. El gato hace mención cómica de personajes contemporáneos, incluyendo al editor de la revista donde la novela se publicaba por entregas. Las discusiones filosóficas, aunque en broma, son interesantes, agudas y pertinentes, como el ataque al individualismo solipsista moderno. En ellas destaca un cuarto amigo, el filósofo Dokusen. Éste refuta la idea occidental de progreso, que genera una insatisfacción permanente e insaciable, deficiente frente a la mentalidad Zen japonesa, que busca el cambio interno, no el externo.

El final del capítulo 8 enfoca el fondo filosófico de la obra: el autoconocimiento como antídoto para la hipocresía. La conversación final, sobre Kangetsu y su violín, se revuelve alrededor de una historia interminable, exasperante y lírica. Una novela astuta y divertida, y una buena ventana al Japón en proceso de modernización.

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