ANTOLOGÍA DE ÁLVARO DE CAMPOS. Fernando Pessoa. Alianza Editorial. Madrid, 2008 (1914-1935). Selección, traducción, introducción y notas de J. Antonio Llardent. 336 pp.
El poeta Pessoa, que se ha ido convirtiendo en uno de los que más me gustan e interesan, desdobló su personalidad en varios “heterónimos”, cada uno de los cuales es un alter ego con su propia biografía, obra, temas y estilo. Es uno de los casos más raros en la historia de la poesía, pues no se trata de meros seudónimos, sino de poetas claramente diferenciados por más que acusen la influencia del “ortónimo” Pessoa.
Álvaro de Campos, ingeniero naval, es uno de ellos. “Vivió” en Escocia mucho tiempo y viajó a Asia, experiencias reflejadas en su poesía. Esto, y la historia editorial de los pocos poemas que publicó en vida, es explicado en la indispensable Introducción de Llardent.
El primer poema, “Opiario”, único en versión bilingüe, fue escrito en el Canal de Suez y expresa el hastío, la desidia y la desilusión, así como la fuga al interior, de sus últimos poemas. De ahí, la selección procede cronológicamente. En sus comienzos, Campos fue futurista al estilo Marinetti, como en la “Oda triunfal”, un canto desaforado a las máquinas, el progreso y la guerra. “Dos fragmentos de oda” es una obra maestra, un canto extasiado a la noche:
Ven, Noche antiquísima e idéntica,
Noche reina nacida destronada,
Noche igual por dentro al silencio, Noche
De estrellas lentejuelas breves
En tu vestido orlado de Infinito.
También es magistral la “Oda marítima”, con el Muelle como ideal platónico y una violencia sadomasoquista de ansias de compenetración con marinos, piratas y barcos. Tras la violenta histeria, viene el regreso de la calma y la saudade por la infancia perdida. Es, paradójicamente, una oda a la modernidad que añora el pasado. “Saludo a Walt Whitman” lleva la influencia del norteamericano a un frenesí totalizador, sexualizante e integrador del Universo y con él.
En “Paso de las horas” dice, como Jayyam, que sería “mejor no haber nacido”, pero “no importa cómo, hay que seguir viviendo”. Viajes, impresiones, sensaciones, todo es insuficiente: “no sé si siento de más o siento de menos”. El poema es intensísimo y combina a Platón (“volante abstracto”) con Spinoza (ser todo).
“La casa blanca velero negro” examina la presencia de lo ausente, el ansia de lo desconocido. “Lisbon revisited”, en dos versiones, es un regreso fantasmal a la niñez y a la Lisboa de su juventud, también maravilloso, al igual que “Estanco”.
En “Demogorgon”, “la mirada de la Verdad Final no podría soportarse”, y pide al Universo que no se revele. “En la noche terrible” es el reverso de “The road not taken”, de Frost, otra vez la desidia y la desesperanza de hacer.
En sus obras finales o no fechadas insiste en los pasados y futuros imposibles, en la culpa por lo que se hizo y lo que se dejó de hacer, y el Futurismo termina de trocarse en Nihilismo. “Apunte” describe al alma como un cántaro vacío, roto, contemplado desde la escalera por dioses indiferentes. En el poema 46 dice:
No hay que hacer nada
La víspera de no partir nunca.
El sueño y el insomnio son otros temas centrales. El poema 58, otra obra de arte, dice que el Espíritu y la Materia no son más que “nombres dados a la gran sombra que empapa lo Exterior de ensueño”.
3 respuestas
Amo tu reseña. Cómo las anteriores, la guardo, la releo, la estudio…y la enseño. Gracias, Guillermo.
Amo tu reseña. Cómo las anteriores, la guardo, la releo, la estudio…y la enseño. Gracias, Guillermo.
como
Que suerte haberte encontrado en el ciberespacio. Ya compré este libro también. Ojalá se nos permita comentar a Abilio Quaresma.