Selene + Abroad. Wordpress.com
Segunda parte de la lista de novelas en las que Londres es una protagonista destacada.

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  1. The Secret Agent, de Joseph Conrad.

Londres oscura, contaminada, guarida de revolucionarios, anarquistas y conspiradores de todo el mundo… Verloc, el agente secreto, es improductivo; los nuevos funcionarios de la embajada para la cual trabaja le exigen resultados. Por ejemplo, volar el Observatorio de Greenwich, símbolo de la ciencia moderna. Verloc se angustia: ¿cómo hacerlo? Sus cómplices, una maravillosa colección de dementes, no ayudan mucho… Trasciende, por mucho, el ámbito de la novela policíaca o de espionaje; es un intenso drama humano, en el que los personajes tienen densidad y personalidad. Conrad utiliza la historia para burlarse sutilmente del género humano. Cada personaje recibe justamente su parte de valía, pero ninguno sale indemne de la ironía del autor. Stevie, en especial, el cuñado de Mr. Verloc, recibe un trato despiadado y políticamente incorrecto, para regocijo del lector.

La Londres de Sherlock Holmes. The New York Times

2. Sherlock Holmes: the Complete Novels and Stories, de Arthur Conan Doyle.

4 novelas y 56 cuentos. En muchos de ellos, Holmes y Watson recorren las callejuelas, los bajos fondos de una ciudad oscura y húmeda, que esconde atroces dramas humanos. Por supuesto, la fortaleza de la obra en su conjunto está en los dos protagonistas y, sobre todo, en su relación. Muchas otras series de libros de detectives, crimen y suspenso, frecuentemente con tramas más elaboradas e ingeniosas, han creado personajes memorables, pero sólo Holmes y Watson han llegado al estatus de mito moderno, de arquetipos en la tradición del Quijote y Sancho, el tío Toby y el cabo Trim, Drácula o Frankenstein. En el fondo del personaje de Holmes está la convicción ilustrada-victoriana en el triunfo de la Razón. Pero hay que insistir en que no se trata de la razón deshumanizada o totalitaria: en muchos de sus casos, Holmes termina optando por no denunciar al culpable, cuando su delito no ha causado daño directo o grave, o las cosas se pueden arreglar sin policías ni cárcel.

Westminster Abbey. Londonist.com

3. Buried Alive, de Arnold Bennett.

Priam Farll, pintor exitoso pero patológicamente tímido, desea huir de la fama. Cuando su mayordomo muere, hace pasar su cadáver como el propio, asume su nueva identidad, y se pierde en las calles de Londres a principios del siglo XX. En sus vagabundeos, encuentra a una mujer que se convierte en su salvación… hasta que el Destino lo alcance. Muy apreciada por Borges, esta novela cómica y profunda es una de las grandes sátiras de la literatura, una joya que se burla del arte y su mercado, de la fama y la riqueza, de Inglaterra, su sociedad, su prensa y su sistema judicial, de las falacias del “yo” y, desde luego, de la identidad. Las peripecias de Farll y el carácter admirable y termendo de Alice son una delicia para el lector, una prueba del genio cómico de Bennett.

St James Park. Diario del Viajero.

4. Mrs. Dalloway, de Virginia Woolf.

Al igual que Ulysses, de Joyce, publicada tres años antes, esta novela se desarrolla en un día (junio de 1923), en este caso en Londres, y utiliza la “corriente de la conciencia” para narrar las andanzas de un grupo de personajes, casi todos relacionados entre sí. Clarissa Dalloway, una mujer de 50 años, de la clase media-alta, da una fiesta esa noche. A lo largo del día, se ocupa de las compras y los preparativos, mientras reflexiona sobre su matrimonio con Richard y su relación con su única hija, la adolescente Elizabeth. A lo largo de la novela (uno de cuyos protagonistas es la propia Londres), Woolf hace una disección de la alta sociedad londinense.

East London, 1960’s. www.huckmag.com, David Granick.

5. The Human Factor, de Graham Greene.

Una de las mejores novelas de espionaje de la Guerra Fría, centrada en la lealtad personal como valor supremo, confronta a Maurice Castle, funcionario de la Oficina para África Oriental del MI6, con su pasado en Sudáfrica. Castle se ha casado allí con una mujer negra y embarazada, violando las leyes del Apartheid. Ahora, de su oficina comienza a filtrarse información hacia al URSS, y su vecino de escritorio es el principal sospechoso… Como en todo thriller, la trama es enredada y veloz, no así el fondo moral en este caso, ni la prosa de Greene, que avanza pausadamente y desarrolla las vueltas de tuerca sin aspavientos, en giros necesarios e inevitables. Como el espía experimentado que es, Castle prepara cada paso con cuidado, pero poco a poco se va dando cuenta de que no puede ganar la partida y comienza a quemar sus naves, tratando solamente de salvar a Sarah y a su hijo. Todo, en una Londres decadente y vibrante al mismo tiempo.

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