A HERO OF OUR TIME. Mikhail Lermontov. Penguin. London, 2001 (1840). Traducción, Introducción y Notas de Paul Foote. 169 pp.
Junto con Eugenio Oneguin, de Pushkin, esta novela es la primera aparición del “hombre superfluo”, el prototipo del protagonista de la novela rusa del siglo XIX: un hombre que “está de más” en la sociedad, tanto por sus virtudes como por sus defectos. Este “hombre superfluo” es una paradoja, a la vez inadaptado y representativo. En el Prefacio a la segunda edición, el propio Lermontov critica al “público ignorante” que toma literalmente el título de la novela (claramente irónico), o que la considera autobiográfica. En lo primero tiene toda la razón, pero en lo segundo pretende engañarnos, pues sin duda el relato plasma, en buena medida, las experiencias y peores pulsiones del autor.
La novela, en realidad cinco cuentos conectados, pero en desorden cronológico, es la exploración psicológica de Pechorin, un joven noble, militar, quien es un supremo egoísta, pero no un psicópata: tiene remordimientos y es lo suficientemente introspectivo para darse cuenta del daño y sufrimiento que causa por doquier. La estructura es inusual para su época: el primer cuento es narrado por un oficial anónimo, de misión en el Cáucaso, que a su vez cede rápidamente la voz a Maxim Maximych, un viejo soldado infatuado con Pechorin. En “Bela”, Maxim le cuenta al narrador primario una historia de Pechorin, cinco años atrás. Estacionados ambos en una fortaleza vecina a una aldea tártara, son invitados a una boda en ésta. Asiste Kazbich, un guerrero tártaro poseedor de un caballo magnífico. Dos codicias se cruzan fatalmente aquí: la del joven hijo del jefe tribal, Azamat, por el caballo, y la de Pechorin por Bela, la hija adolescente del mismo jefe. En un arreglo corrupto, Pechorin logra que Azamat se quede con el caballo, a cambio de la infortunada Bela, a quien mantiene secuestrada. El comportamiento de Pechorin es deleznable, por más que intente justificarse: “Mi alma ha sido corrompida por la sociedad”. Pechorin exhibe la enfermedad de su siglo entre los jóvenes de clase alta: la afectación romántica del desencanto y la decadencia como marca de distinción.
“Maxim Maximych” es un desmentido al retrato que este personaje ha hecho de su relación con Pechorin. El narrador primario describe el encuentro fortuito entre los dos, el trato frío y cruel del oficial, y la trágica decepción del viejo soldado. Una vez más, Pechorin se muestra como un hombre desalmado y vacío.
Los tres siguientes son extractos del diario de Pechorin. “Taman” es una curiosa historia de misterio junto al mar de Azov, en la que Pechorin echa a perder, involuntariamente, un esquema de contrabando en el que participan un chico ciego y una joven volátil, excéntrica y astuta. Una vez más, por su egoísmo y depredación sexual, el protagonista deja tras de sí una cauda de sufrimiento.
“Princess Mary”, la pieza más extensa, transcurre en la estación de aguas termales de Pyatigorsk, donde Pechorin destruye un romance por simple diversión, a pesar de que bien podría encontrarse ante el amor de su vida. Es un cuento genial, introspectivo y con gran penetración psicológica en los cinco protagonistas: la princesa Mary, coqueta pero en el fondo sinceramente apasionada; Grushnitsky, un petulante que posa como héroe romántico; Wagner, el sabio consejero de Pechorin; Vera, la antigua amante de Pechorin, figura verdaderamente trágica, y nuestro héroe, que se atreve a confesar: “He perdido mi capacidad para los impulsos nobles por miedo a hacer el ridículo”.
El último, “The Fatalist”, es la historia de una terrible coincidencia que parece confirmar las tesis deterministas del protagonista, un oficial cuya predicción y cumplimiento de ésta Pechorin atestigua.
¿Es detestable Pechorin? Sus acciones sin duda lo son, pero está muy lejos de ser un simple villano de opereta. Es un hombre atormentado, no un cínico sin más. Es un depredador, pero no un Casanova despreocupado; éste seduce y abandona, pero no es sádico y casi siempre conserva la amistad de la seducida, mientras que Pechorin destruye, se da cuenta, se arrepiente y lo vuelve a hacer. Además, si en la misma San Petersburgo ya era un inadaptado, en el Cáucaso (descrito con amor, belleza y genio pictórico por Lermontov) se enfrenta a un mundo exótico, salvaje y magnífico que, lejos de sacar lo mejor de él (como sí parece haber logrado con Pushkin), lo lleva a la anomia y la desesperación destructiva. Es, pues, una obra profunda y cambiante, con diversos estilos narrativos que permiten observar el fenómeno desde múltiples ángulos. Una de las primeras obras maestras de la literatura rusa.
Un comentario
Muy interesante estas historias narrativas rusas siempre con muchos personajes envueltos pero muy bien entrelazados.
La literatura rusa es muy descriptiva de historias muy complicadas pero siempre escritas detalladamente y
de mucho interés al estilo de la Guerra y La Paz de Tolstoy