Dios, Naturaleza y Ser Humano: Ética, de Baruch Spinoza

Jacobus Storck. Vista de Amsterdam, s. XVII. www.christies.com
En el siglo XVII, la Edad de la Razón, un judío holandés abrió las puertas a la ciencia moderna, al equiparar a Dios con la Naturaleza y desplazar al humano de su lugar privilegiado.

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ÉTICA. Baruch Spinoza. RBA. Barcelona, 2002 (1677). Edición, traducción e introducción de Atilano Domínguez. 301 pp.

El título original de esta obra escrita en la lengua franca de filósofos y científicos de la época, el latín, es Ethica ordine geometrico demonstrata. Spinoza había leído a Descartes (y a muchos otros) y su obra representa un paso más en la fundación de la filosofía moderna. Aunque toma el “método” cartesiano, que no se basa en la escolástica tradicional, sino en la construcción a partir de la pura evidencia, es en buena medida una refutación de Descartes, sobre todo en dos puntos centrales: mientras que el francés concibe un Dios separado y ajeno a su creación, y un alma también distinta del cuerpo, el judío holandés (de familia emigrada desde Portugal) crea el Panteísmo, es decir iguala a Dios con la Naturaleza, eliminándolo de la filosofía para todo efecto práctico. Con esto, Spinoza da un salto sobre mucha de la filosofía posterior (para no hablar de todas las teologías y religiones) y se planta firmemente en el terreno de la ciencia moderna. Niega también cualquier separación entre alma (mente) y cuerpo, mostrando la interrelación (unicidad, de hecho) entre ambos, manifestaciones del mismo ser que percibimos como distintas.

Baruch Spinoza. www.entreletras.eu

Para Spinoza, todo está en Dios y nada puede ser fuera de Dios. Dios es “la sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita, y que existe necesariamente”. En Dios, esencia es igual a existencia. Al ser Dios la Naturaleza, no obra por libertad de la voluntad, sino por necesidad. Es decir, no hay milagros, Dios no se enoja ni se complace, ni escucha ni actúa. ES. Anticipando a Leibinz, afirma que Dios no podía haber hecho el Universo de manera diferente ni puede modificarlo. “En Dios no se da ningún entendimiento en potencia, sino sólo en acto”. Spinoza niega la teleología natural: la Naturaleza no tiene ningún fin prefijado. Dios, además, no hizo el Universo “para el hombre”. Así, despacha el problema de Dios en la primera parte.

En la segunda, “Del alma”, anticipa la neurofisiología: para entender el alma hay que entender el cuerpo. Toda la Naturaleza es un individuo. Contra Descartes, niega que se pueda localizar la “sede” del alma y afirma que nadie sabe qué es la voluntad (como hasta la fecha no lo sabemos). La ignorancia de las causas de la voluntad es lo que crea en los humanos la ilusión de libertad. Define tres tipos de conocimiento: la imaginación, la razón y la “ciencia intuitiva”, que surge de la combinación de las dos primeras.

Manuscrito de «Ética» de Spinoza en la Biblioteca Vaticana. Wikipedia.

En la tercera parte, “Naturaleza y origen de los afectos”, define a los tres primitivos: deseo, alegría y tristeza, y a partir de ellos tipifica las pasiones. Mientras Descartes propone que su método sirva para que el humano domine a la Naturaleza, Spinoza afirma que no puede dominarla “desde fuera”, pues es parte de la misma. Cuerpo y alma son parte de la misma Naturaleza, pero el alma es un modo del Pensamiento y el cuerpo un modo de la Extensión. Ni uno domina a otro, ni viceversa. Son una y la misma cosa. Descartes dice que el alma domina al cuerpo, pero Spinoza lo refuta con los ejemplos de animales, sonámbulos y locos.

Proust leyó a Spinoza, y esto queda claro al leer la “Proposición 2/38”, y las que la rodean, en las que Spinoza describe el amor, el odio y los celos. El amante siente amor y odio por el amado infiel y un odio recíproco hacia el tercero en discordia, mientras que el amado siente amor por el tercero (recíproco) y termina por odiar al amante. Proust abundará en este tema en las relaciones entre Swann y Odette, y en las de Marcel con Albertine.

Monumento a Spinoza en Amsterdam. stock.adobe.com

En cuanto al racionalismo, Spinoza también se aparta de Descartes y se acerca a la moderna ciencia de la conciencia. El método racionalista es eficaz para el conocimiento, pero no para la ética de los impulsos: “No deseamos algo porque lo juzgamos bueno, sino al revés”.

Para Spìnoza, los animales tienen afectos y por lo tanto alma. Hay tantas especies de afectos como hay objetos por los que somos afectados.

En la cuarta parte, “De la esclavitud humana o de la fuerza de los afectos”, dice que la perfección o imperfección son categorías convencionales de la mente que se refieren al modelo humano que cada quien tenga. ¿Relativismo moral? No necesariamente, pues la experiencia y la razón van refinando el modelo. Una imaginación no es cambiada necesariamente por la verdad, sino por otra imaginación que la desplaza (un temor puede desaparecer ante una noticia falsa). Spinoza intuye el inconsciente al reconocer que las pasiones son más fuertes que la razón, lo que concuerda con la neurología.

¿Cómo puede haber ética, entonces? Al reconocer la condición humana como parte de la Naturaleza/Dios. La virtud es “buscar lo que es bueno para sí y para los demás”. Para conocer lo que es bueno, se precisa de la razón. La sociedad es mejor que la soledad (confirmado por la ciencia moderna de la felicidad). La razón es lo que permite superar las diferencias inevitables de las pasiones. Si en el “estado natural” cada quien decide sobre su bien y su mal, en el “estado civil” es preciso renunciar al derecho natural para establecer reglas de convivencia. “El pecado y el mérito son nociones extrínsecas”. Lo que aumenta la concordia es bueno y viceversa. Acepta que los humanos comprendemos mejor los bienes presentes que los futuros, pero afirma que la alegría guiada por la razón es mucho mejor que las supersticiones perversas que ensalzan la tristeza.

En la quinta parte, “De la potencia del entendimiento o de la libertad humana”, dice que no se pueden impedir los afectos, pero por medio de la razón se pueden conocer mejor a fin de neutralizar sus peores consecuencias. Un gran filósofo visionario.

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