La gente está muy loca: Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds, de Charles Mackay.

Tulipanes
En el siglo XVII, en Holanda, hubo un furor por la especulación con los precios de los tulipanes, que terminó en quiebra masiva.
Vivimos, una vez más, una época de teorías conspiratorias, desconfianza hacia la ciencia e histerias colectivas, desde los terraplanistas, hasta el nuevo furor por los OVNIs, las vacunas y las criptomonedas. La historia es vieja...

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EXTRAORDINARY POPULAR DELUSIONS & THE MADNESS OF CROWDS. Charles Mackay. Crown Trade. New York, 1980 (1841). 740 pp.

En este famoso libro, el abogado y periodista escocés describe y analiza quince manifestaciones de manía colectiva, de locura contagiosa, desde las relativamente inocuas (reliquias, casas embrujadas) hasta las criminales, incluyendo algunas que se acercaron al genocidio (Cruzadas, cacerías de brujas). Mackay era claramente escéptico en religión, si no es que ateo, profundamente racionalista, muy culto y poseedor del wit británico que le permite narrar con amenidad y humor las muchas historias que relata, sin por ello dejar de enfatizar las consecuencias trágicas e inhumanas de una buena cantidad de ellas.

Los primeros dos capítulos se refieren a especulaciones financieras que provocaron rápidas y, en la mayoría de los casos, fugaces fortunas que luego se tradujeron en quiebras masivas: la “trama del Mississippi” y la “burbuja del Mar del Sur”. El primer caso tiene como protagonista, fascinante, al excéntrico apostador, aventurero y genio financiero, John Law, escocés de origen que, exiliado y fugitivo, vagó por Europa hasta que se hizo íntimo del Duque de Orléans, regente de su sobrino Luis XV de Francia. En 1719 convenció a Orléans de emitir papel moneda en cantidades masivas, lo que al principio reactivó el comercio y la industria, rescató a la quebrada corona, y finalmente se tradujo en hiperinflación. También lo convenció de crear la “Compañía del Mississippi” para invertir en las colonias francesas de América del Norte. Pronto, los franceses vendían sus bienes para adquirir acciones de la compañía, que comenzaron a tener precios exorbitantes, hasta que el esquema reventó. Al mismo tiempo, en Inglaterra, la “Compañía del Mar del Sur” provocaba un efecto similar. Estos dos episodios le sirven para comparar la monarquía absolutista de Francia, corrupta e ineficiente, con la monarquía constitucional británica. Mientras la primera permitió un desastre generalizado, la supervisión del Parlamento en la segunda facilitó la contención del daño y el castigo a los culpables. Un tercer capítulo refiere la historia, similar, de la “tulipomanía” en Holanda.

Charles Mackay (1814-1889). Wikipedia.

El capítulo 4 trata de los alquimistas. Es una sección larga y muy interesante, poblada por personajes inverosímiles: Geber, Alfarabi, Avicena, Lulio, Flamel, Tréves, Gilles de Rais, Paracelso, Dee y Kelly, los Rosacruces, St. Germain y Cagliostro. Cada uno de estos personajes, más algunos otros, tiene una sección biográfica en que se narra su increíble carrera. Sobra decir que son muy divertidas y que, en casi todos los casos, terminaron en desastre. Dice Mackay, con razón, que el estudio de los errores del pasado es muy instructivo, y destaca que muchos de estos hombres hicieron aportaciones fundamentales (con frecuencia accidentales) al desarrollo de la química. Con raíces en la Antigüedad, la alquimia surgió propiamente en el siglo VIII, en Arabia, y alcanzó su apogeo en Europa, en el siglo XVII. Hubo tres tipos de alquimista: el científico serio que la exploró y abandonó; el ingenuo, verdadero creyente, que se arruinó en el intento; y el impostor (la mayoría) que defraudaba a sus crédulos patrocinadores o que la usaba para explicar su fortuna malhabida. Un ejemplo del segundo es Bernard de Tréves, de quien Mackay dice que se trató de “un notable caso de talento y perseverancia mal aplicados”.

Alquimista en su laboratorio. www.chemistryworld.com

Los capítulos 5 a 8 se refieren a las profecías modernas, la adivinación (astrología, quiromancia, etc.), el Magnetismo (con las figuras estrambóticas de Paracelso y Anton Mesmer) y las modas capilares.

El capítulo 9, el más largo e interesante, es toda una historia de las Cruzadas, “la instancia más extraordinaria de entusiasmo popular”. Aquí se revela su método: usa la historia para obtener hechos y datos, y la literatura para captar motivos, sentimientos y opiniones. Mackay cita los antecedentes: el impuesto a los peregrinos decretado por los califas fatimidas y la hostilidad de los turcos selyúcidas. Las Cruzadas fueron resultado de una confluencia de motivos: los políticos para la realeza y el clero, el botín y la gloria para los nobles, y la religión para el pueblo. La primera cruzada fue la más entusiasta y la tercera, la “romántica”, la más famosa y celebrada por la literatura, pues fue la de Ricardo Corazón de León y Saladino. Después, el entusiasmo pasó a unos cuantos caballeros aventureros, con excepción de la fatídica de 1204, que culminó en el saqueo a Constantinopla. Mackay destaca las consecuencias políticas, económicas y sociales: Europa se refinó al contacto con un islam más sofisticado, las comunidades y la realeza se fortalecieron frente a la nobleza (cambio ideológico) y el fanatismo religioso perdió fuerza.

El itio de Damasc, 1148. Wikipedia.

El otro capítulo largo e importante, y por mucho el más triste y terrorífico, es el 10, sobre la manía de torturar y matar “brujas”. Aunque con raíces medievales, la locura colectiva asesina tomó fuerza a partir de 1488, con la bula infame de Inocencio VIII y el Malleus Maleficarum de Sprenger, y alcanzó su clímax a principios del siglo XVII, con la Demonología del demente e idiota rey James VI de Escocia y I del Reino Unido. En este país, la última ejecución fue en 1716, y en Alemania fue en 1749. Antes, Luis XIV había acabado con la locura en Francia, derogando las leyes que la permitían.

Los capítulos restantes se refieren a la plaga de envenenamientos del siglo XVII (también fomentada por James VI-I), el slang urbano, la admiración por bandidos famosos, las ordalías y los duelos, y las reliquias religiosas. Una investigación magnífica sobre los abismos de la mente y las histerias colectivas.

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Comentarios del artículo

3 comentarios

  1. Muy buena recomendación, muchas gracias Guillermo.
    Dentro de esta visión de la histeria colectiva, refiriéndome particularmente al tema de las brujas, recién terminé el libro escrito por María Elvira Roca Barea titulado LA BRUJA Y EL INQUISIDOR, Premio Primavera de Novela, Espasa.
    A partir de un hecho real, el cual permite abordar a una figura de la Inquisición española, se presenta una visión inquisitorial de investigación y búsqueda para derribar este fenómeno de una “histeria colectiva”, estúpida, contagiosa y absurda.
    Me parece que este libro muestra una de las facetas reales de las distintas labores de la Inquisición, la cual ha sido mal interpretada y mal entendida (aunque debo decir que no tengo ninguna instrucción religiosa).

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